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sábado, 3 de agosto de 2019

El Invaluable Regalo De La Justificación

Medita En
Porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; pues por medio de la ley viene el conocimiento del pecado.  (Romanos 3:20)
Amado, comprender el propósito de la ley es vital para tu relación con Dios.  Él dio la ley con un propósito: que tú tengas el conocimiento del pecado y reconozcas tu necesidad de un Salvador.
Sin la ley, no habría pecado. (Rom. 4:15)  Por ejemplo, si no hay una ley sobre qué tan rápido se puede conducir en una carretera en particular, es decir, si no hay límite de velocidad, un agente estatal no puede detenernos, ni darnos una multa por exceso de velocidad.  En términos simples, no ley es igual a no pecado.  ¡El no reconocimiento del pecado es igual a la necesidad de un Salvador!
La ley fue entonces dada para llevar al hombre a su propio término para que, en su desesperación, él pudiera ver su necesidad de Jesús.  Debido a la ley, ningún hombre puede decir que no es pecador y ningún hombre puede decir que no necesita a Jesús.  Ese es el propósito de la ley.  Esta no fue diseñada para hacerte piadoso, sino para exponer tu impiedad.
Lo que el diablo quiere hacer es mantener la ley sobre tu cabeza todo el tiempo para que te sientas constantemente condenado y culpable.  Así es como él te mantiene atrapado en un ciclo de derrota.  El diablo es el legalista maestro, quien constantemente te recuerda cuán indigno eres de las bendiciones de Dios.  Conocido como el acusador de los hermanos (Apoc. 12:10), estos son algunos de sus ataques más comunes:
¿Y te haces llamar cristiano?
¡Eres un hipócrita!
Olvídate de orar.  Dios nunca escuchará tus oraciones.
Mira tu vida.  ¿Cómo te atreves a poner un pie en la iglesia?
Amigo, esas son mentiras, ¡todas son mentiras!  El diablo está usando la ley para hacerte consciente de todos tus defectos.  Pero a través de Cristo Jesús, tú ya no estás bajo la condenación de la ley.  ¡El diablo ha sido desarmado por el poder de la cruz!  Jesús, que no conoció pecado, en tu nombre fue condenado en la cruz.  A través de Cristo Jesús, tú ahora eres hecho justo aparte de las obras de la ley.  Así que, cuando escuches la voz del acusador condenándote, recuérdate a ti mismo que tú eres la justicia de Dios en Cristo Jesús. (2Cor. 5:21)  ¡Decláralo en voz alta!  Vamos, repítelo conmigo tres veces, cada vez más fuerte:
¡Yo soy la justicia de Dios en Cristo Jesús!
¡Yo soy la justicia de Dios en Cristo Jesús!
¡Yo soy la justicia de Dios en Cristo Jesús!
La justificación es un regalo.  No es una recompensa a la perfecta obediencia de la ley.  Hoy tú estás vestido no con tu propia justicia, que es justicia propia, sino con la justicia de Cristo Jesús.  Dios te ve tan justo como el Mismo Jesús.  Esta es tu posición permanente y eterna ante Él por lo que Cristo ha hecho por ti.
Y oye, cuando estás vestido con la justicia de Jesús, ¡cualquier obstáculo que intente obstruirte el vivir tu vida al máximo, ya sea una adicción, enfermedad, temor o depresión, tiene que desaparecer!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince

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