Inspiración De Gracia
Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro que costaba mucho, ungió los pies de Jesús, y se los secó con los cabellos, y la casa se llenó con la fragancia del perfume. Juan 12:3
A nuestro Señor Jesús le gustaba frecuentar Betania, donde Él podía estar entre Sus amigos más cercanos, Marta, María y Lázaro. Betania era un hogar lejos del hogar para nuestro Señor. Allí, Sus amigos lo amaban, lo honraban y valoraban verdaderamente Su presencia. Por Su parte, Él apreciaba mucho su compañía y siempre se sentía cómodo y relajado con ellos.
Seis días antes de que se entregara a Sí Mismo para ser crucificado, Él reunió a Sus amigos en Betania, que estaba a unas dos millas de Jerusalén. Ellos habían preparado una fiesta en Su honor, pero su reunión se vio ensombrecida por la inminente Pascua, que estaba a menos de una semana. Sus amigos entendieron hasta cierto punto lo que el Señor tenía la intención de hacer, y sus corazones estaban apesadumbrados porque se preocupaban profundamente por Él.
Mientras nuestro Señor Jesús estaba comiendo, María sacó un frasco de nardo, un perfume muy costoso. Tan costoso, de hecho, que valía el salario de un año entero. Pero no eran las horas que ella había trabajado para ganar el perfume en lo que María pensaba mientras sostenía el frasco en sus manos.
Era en Jesús. Era en su Señor.
Ella había venido preparada para adorar a Jesús y su corazón rebosaba de un amor que no podía expresarse con palabras, mientras se acercaba a Él. La gratitud y la adoración brotaban en su interior, mientras ella se arrodillaba en silencio junto a Él.
Sin escatimar una gota de su exquisito tributo, ella ungió los pies del Señor y se los secó con su cabello. Y toda la casa se llenó de la opulenta fragancia de su adoración a nuestro Señor Jesucristo.
Al presenciar este gesto lujoso y extravagante, uno de los discípulos de Jesús, Judas Iscariote, arremetió con indignación: “¿Por qué no se vendió este perfume por trescientos denarios y se dio a los pobres?” (Juan 12:5)
La triste realidad es esta: Judas pudo saber el valor del perfume de inmediato, pero no pudo ver el valor de nuestro Señor Jesús. Él es como muchas personas hoy en día que conocen el valor de los bienes raíces, los productos básicos y las empresas que cotizan en bolsa en el mercado de valores, pero no el valor de nuestro Señor Jesús.
María comprendió implícitamente el valor de nuestro Señor. Debido a que ella estimaba grandemente a Jesús, ungirlo con su posesión más valiosa era simplemente una representación externa de lo mucho que ella amaba, valoraba y apreciaba a nuestro Señor Jesús en su interior.
Lo que Judas Iscariote vio como desperdicio, María lo vio como adoración. Para ella, la persona de nuestro Señor Jesús no tenía precio.
¿Alguna vez te han dicho que leer la Biblia es una pérdida de tiempo? ¿Que servir y participar en tu iglesia local es una pérdida de tiempo? ¿Que llevar tus diezmos a tu iglesia es un desperdicio de dinero? Querido amigo, siempre habrá tales voces acusadoras en el mundo. ¿Por qué? Porque estas voces no comprenden el valor de nuestro Señor Jesús.
Estoy muy contento de que tú aprecies el valor de nuestro Señor Jesús, que es por lo cual tomas el tiempo para leer este devocional que trata sobre la persona de Jesús. La revolución de la gracia se trata de revelar el valor de Jesús. Cuando tú conoces el valor de Jesús, quién es Él, lo que Él ha hecho y lo que Él todavía está haciendo en tu vida hoy, tú experimentarás una revolución de gracia en tu vida.
Tú comenzarás a vivir por encima de toda derrota, pecado, adicción, temor, duda y dificultad en tu vida, cuando tengas un encuentro personal con el Señor Jesús y sigas recibiendo enseñanzas llenas de la abundancia de Su gracia y del regalo de la justicia. Valora a nuestro Señor Jesús en tu vida con precisión y serás imparable.
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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