Inspiración De Gracia
Pero ustedes
son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a
Dios, para que proclamen las obras maravillosas de Aquel que los llamó de las
tinieblas a Su luz admirable. 1 Pedro
2:9, NVI
A algunas personas les desconcierta
la palabra santo cuando hablamos de
la Santa Cena. Para ellos, eso se siente
anticuado y tal vez incluso irrelevante. Pero, ¿sabías que ser “santo” simplemente
significa ser “apartado para Dios” y ser poco
común?
Esto habla de la naturaleza especial de esta Cena. ¡Cada vez que tú participas de la Santa Cena,
estás permitiendo que el Señor te aparte del mundo y le estás permitiendo tener
un momento privado de intimidad y comunión contigo! Mira lo que Dios hizo por los hijos de Israel
cuando las plagas cayeron sobre la tierra de Egipto. Él declaró:
“Mas en aquel día Yo pondré aparte la tierra de Gosén en la que
mora Mi pueblo, para que no haya allí enjambres de insectos, a fin de que sepas
que Yo, el Señor, estoy en medio de la tierra; y Yo haré distinción entre Mi
pueblo y tu pueblo.”
—Éxodo 8:22–23
De la misma manera, cuando tú tienes una percepción divina
sobre el poder y el significado de la Santa Cena, el Señor Mismo te aparta y
hace una diferencia entre tú y la gente del mundo. Eso significa que tú no eres como la gente del mundo.
Significa que puede ser común que las personas de todo el
mundo contraigan “gripe”, o común que las personas de una edad y demografía particular,
experimenten ciertos síntomas o desarrollen ciertas afecciones. Pero tú no tienes que aceptar ninguna dolencia
“común” porque Dios te ha apartado para que seas poco común.
En un mundo que está decayendo y muriendo de enfermedad,
Él ha pagado el precio para que tú estés excepcionalmente saludable, pleno y sano.
Si bien el resto del mundo puede
debilitarse con la edad, la Biblia declara que “tan larga como tus días será tu fuerza” (Deut. 33:25), y que
incluso a medida que avanzas en edad, puedes regresar a los días de tu juventud.
(Job 33:25)
Yo oro eso sobre ti ahora mismo: que a medida que tus días
aumentan, aumenten también tus fuerzas y tu salud, y que el Señor te regrese a
los días de tu juventud y haga que tu carne se vuelva joven como la de un niño.
¡Amén!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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