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jueves, 11 de marzo de 2021

¿Has Estado Trabajando Toda La Noche?

 Inspiración De Gracia


.. La bondad de Dios te guía al arrepentimiento.  Romanos 2:4

Hambrientos y fatigados por haber trabajado toda la noche en el mar y no pescar nada, Pedro y su tripulación de pescadores llevaron sus redes de pesca a la orilla mientras el dorado del sol se alzaba sobre el horizonte en Galilea.  Cuando ellos comenzaron a lavar sus redes, un gran número de personas empezó a agolparse a la orilla del mar.  Entonces Pedro vio al hombre que todos se agolpaban para ver.

¡Antes de que Pedro se diera cuenta, este hombre caminó en su dirección y se subió a su barca!  Luego, le hizo un gesto a Pedro, y Pedro y su tripulación, tomaron instintivamente sus redes y regresaron a la barca.  El hombre sonrió cálidamente a Pedro y le pidió que se separara un poco de la orilla.

En ese momento, la orilla del mar estaba cubierta de gente ansiosa por escuchar a este hombre hablar.  Pedro se volvió hacia su experimentada tripulación y les indicó que empujaran el bote hacia adentro.  La tripulación respondió rápidamente a su capitán y observó cómo el hombre se sentó a la orilla del bote y comenzó a enseñar a las multitudes reunidas en la orilla.

Cuando terminó de hablar, Él se volvió hacia Pedro y le pidió que él y sus hombres salieran hacia la parte más profunda y echaran sus redes para pescar.  Esa petición le pegó en el corazón a Pedro y él le explicó al hombre que ellos habían estado trabajando toda la noche y no habían pescado nada.  Sin embargo, él estaba dispuesto a complacer la solicitud del hombre.

Pedro se halló a sí mismo preguntándose: ¿Qué sabrá un carpintero de Nazaret sobre la pesca?  Pedro había estado pescando en estas aguas desde que era joven y sabía cuál era el momento más oportuno para pescar —¡definitivamente no era esa hora tan tarde de la mañana!

Cuando el bote llegó a las aguas profundas, Pedro simplemente hizo los movimientos y lanzó una red al agua.  ¡Una red, pensó él, era suficiente para demostrar su punto de que allí simplemente no había ningún pez para pescar!

Si hubiera sido cualquier otra persona —cualquiera que no fuera este hombre que se comportaba con una autoridad serena y una amistad cálida—  él se habría burlado de su solicitud.  Pero este hombre. . . algo en su voz y su porte hizo que Pedro accediera a su pedido más fácilmente de lo que su cabeza comprendía y a pesar de que sus instintos le decían que nada iba a suceder.

Lo que sucedió a continuación sorprendió a Pedro.

¡Era como si la red se hubiera convertido de repente en un imán para peces!  Grandes cardúmenes de hermosas tilapias se precipitaron hacia la red desde todas las direcciones, agotando su capacidad hasta que esta comenzó a romperse cuando Pedro y sus hombres comenzaron a levantar esta carga de peces sin precedentes.

Los pescadores asombrados y frenéticos rápidamente gritaron a sus amigos de la otra barca para que vinieran a ayudarlos.  Ahora dos barcas estaban alineadas una al lado de la otra, con ambas tripulaciones cargando pescado en sus barcas.  Los hombres trabajaban con fuerza, cargando en las barcas los peces que se revolcaban con sus escamas plateadas reluciendo al sol. . . ¡hasta que ambas barcas estuvieron tan llenas de peces que empezaron a hundirse!

Impresionado por lo que estaba presenciando, Simón Pedro cayó de rodillas ante Jesús y proclamó: “¡Apártate de mí, Señor, pues soy un hombre pecador!” (Lucas 5:8)

Déjame hacerte esta pregunta: ¿qué fue primero —el arrepentimiento de Pedro o la bendición de Dios?  ¡Bajo el nuevo pacto de la gracia, Dios te bendice primero, y Sus bendiciones, favor y amor desbordante te llevan al arrepentimiento!

Pedro y su tripulación de marineros habían trabajado arduamente toda la noche y no habían pescado nada.  Luego, cuando Jesús subió por primera vez a su barca, el negocio de Pedro de pronto experimentó un crecimiento más allá de su imaginación más salvaje.

Hoy, lo mismo puede sucederte a ti en tu carrera, en tu familia o tu salud, al abrir tu corazón para recibir la bondad y el amor del Señor.

Viendo a través de los ojos de la fe,

Joseph Prince

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