Inspiración De Gracia
¡Miserable
de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios, por
Jesucristo Señor nuestro. Romanos 7:24-25
La carne en nosotros puede producir
toda una gama de emociones y pensamientos, desde derrota, celos, codicia y lujuria
hasta ira, inferioridad, condenación y arrogancia. Mientras estemos en este cuerpo físico, la
carne está activa en nosotros.
Pero podemos regocijarnos porque cuando Jesús murió en la
cruz, la Palabra de Dios nos dice que Él “condenó
al pecado en la carne”. (Rom. 8:3) Todos los pensamientos negativos y las
emociones tóxicas de la carne ya han sido juzgados y castigados en la cruz. Hoy nosotros podemos experimentar la victoria
sobre la carne a través del poder de la cruz.
Puedes leer todo acerca de la lucha del apóstol Pablo con
la carne en Romanos 7:18-19: “Porque yo sé que en mí, es decir, en mi
carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal
que no quiero, eso practico”.
¿Notaste cuántas veces las palabras “yo”, “mí” y “mi” son
mencionadas en los dos versículos anteriores? Estoy seguro de que puedes identificarte con
el apóstol Pablo aquí, en su lucha con la carne.
Esta es la lucha que todos enfrentamos cuando estamos
ocupados con nosotros mismos y peleamos con la carne que llevamos dentro. Es una vida de aflicción, angustia, derrota y
desesperación.
No es allí donde Dios quiere que vivas, amigo. Un creyente no vive en el capítulo 7 de
Romanos. A través de Cristo Jesús, nosotros
deberíamos estar viviendo en el capítulo 8 de Romanos. Sigamos leyendo y descubramos cómo Pablo se
liberó de esa esclavitud del yo.
Solo unos pocos versículos después, Pablo clama: “¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?”
(Rom. 7:24) La respuesta, amigo, se
encuentra en una persona, y Pablo
nos dice que esta persona es Jesús: “Gracias
a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”. (Rom. 7:25)
Solamente nuestro hermoso Salvador, Jesucristo, puede librarnos
de la carne. Y en Cristo nosotros podemos
entrar en el primer versículo del capítulo 8 de Romanos, el cual proclama: “Por consiguiente, no hay ahora condenación
para los que están en Cristo Jesús”.
Es aquí en donde nosotros, como creyentes del nuevo pacto,
debemos vivir. No en el dominio de la
lucha constante y la desesperación, sino en el dominio de la no condenación y
la victoria.
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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