Inspiración De Gracia
Dios ha escogido lo necio del
mundo, para avergonzar a los sabios… para que ninguna carne se jacte delante de
Dios. 1
Corintios 1:27, 29
Para muchas personas, la simplicidad
de la Santa Cena es lo que les hace muy difícil creer que puede ser
eficaz. Todo lo que ellos pueden ver es un pequeño trozo de pan y
una pequeña copa de jugo. Ellos no pueden imaginar cómo algo tan
aparentemente insignificante, pequeño y débil puede echar fuera la enfermedad o
hacer que ellos vivan una vida larga.
Cuando descartamos los elementos de la Santa Cena por esas
razones, estamos olvidando la manera en la que Dios obra. La Biblia
dice que Dios escoge lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es
fuerte. Una y otra vez, vemos cómo Dios derrotó a los enemigos de
los hijos de Israel no por medio de su poderío militar sino por cosas
aparentemente insignificantes.
Dios usó una honda y una piedra en la mano de un joven
pastor para derribar a Goliat, el poderoso campeón del ejército filisteo. (1
Samuel 17:38–51) Él usó un martillo y una estaca en las manos de una
mujer indefensa para destruir a Sísara, el despiadado comandante militar
cananeo que había oprimido a los hijos de Israel durante veinte años. (Jueces
4:3–22) Él usó la quijada de un burro en la mano de Sansón —un
hombre— para matar a mil filisteos. (Jueces 15:15-16)
Es interesante notar que cuando una mujer gentil se acercó
al Señor Jesús buscando sanidad para su hija que estaba terriblemente
endemoniada, Él se refirió a la sanidad como “el pan de los hijos.” ¿Sabes lo que le dijo la
mujer?
“Sí, Señor, mas los perrillos
comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.” Entonces Jesús le dijo: “¡Oh mujer, grande
es tu fe; sea hecho contigo como quieres.” Y su hija fue sana
desde aquella hora. (Mateo 15:22-28, RVA)
¿De qué piensas que sea una sombra el pan de los hijos que
está puesto en la “mesa de sus señores”? ¡De la Santa
Cena!
Tú y yo nos sentamos a la mesa del Señor porque somos
hijos e hijas del Dios Altísimo y podemos participar libremente de la Cena del
Señor. Si las aparentemente insignificantes “migajas” que cayeron de
la mesa pudieron sanar a la hija de la mujer, ¡cuánta más sanidad y vida recibiremos nosotros que tenemos la
sustancia de la Santa Cena!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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