Que las misericordias del Señor jamás
terminan, pues nunca fallan Sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡Grande es Su
fidelidad!
Lamentaciones
3:22-23
Colocando un puñado de fichas en la máquina de
juegos en la que mi pequeña Jessica estaba completamente absorta, le dije:
“Jessica, cuando el juego esté terminando, simplemente pon otra ficha, ¿de
acuerdo?” Ella sólo tenía tres años en
ese entonces, pero realmente entendió suficientemente bien como para seguir
insertando nuevas fichas para que el juego continuara.
Fue divertido verla disfrutar ese juego. Sus ojos se iluminaban y sus hoyuelos
aparecían, especialmente cuando ella estaba ganando. Como su padre, verla feliz me hacía feliz, así
que estuve atento para asegurarme de que tuviera suficientes fichas para que el
juego continuara. Cuando ya tenía
pocas, corrí al mostrador a comprar un nuevo paquete de fichas. Así que, el papá de Jessica continuó
proveyendo más fichas, mientras ella simplemente disfrutaba del juego.
Amado, si un padre terrenal puede hacer esto por su
hija, por un simple juego de maquinitas, ¡cuanto
más hará nuestro Padre celestial, que nos ama y se deleita en vernos
bendecidos, para proveer para nosotros!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph
Prince
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