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miércoles, 24 de julio de 2013

Camine En La Sabiduría De Dios



Medite En

¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos… sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche!
Salmo 1:1-2

Las personas alrededor del mundo están pidiendo a gritos sabiduría verdadera (la cual solamente puede venir del Señor).   Basta con ver la constante demanda de libros de auto-ayuda.  Pero lo que necesitamos no es más “auto-ayuda.”  ¡Lo que necesitamos es la ayuda del Señor!  Así que lo que deberíamos estar leyendo son libros escritos por creyentes llenos del Espíritu Santo y por líderes cristianos que nos animan a buscar sabiduría en Jesús y no en el hombre o en nosotros mismos.
El Salmo 1:1 nos habla de esto desde el inicio: “Cuan bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos.”  Esto significa que existe consejo que se basa en la sabiduría humana.  ¡Pero el hombre que no anda conforme a la sabiduría de este mundo es el hombre que es bendecido!  Al mismo tiempo, si su deleite está en Jesús, y medita en Jesús, de día y de noche, el Salmo 1:3 dice: “Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; y en todo lo que hace, prospera.”
Amigo, tome la decisión de caminar en el consejo del justo y no en el consejo del mundo, y usted verá que todo lo que hace prospera.  Dios ha levantado a hombres y mujeres firmes en las verdades del nuevo pacto, y que le ayudarán a mantener los ojos puestos en Jesús. En Él usted encontrará toda la sabiduría respecto a la vida.  La Biblia nos dice que en Él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:2-3), para su éxito.  Así que siga buscando a Jesús.  ¡Profundice en Su sabiduría divina y vea la diferencia que esto hará en su vida!

Bendiciones,
Joseph Prince


Colosenses 2:2-3  para que sean alentados sus corazones, y unidos en amor, alcancen todas las riquezas que proceden de una plena seguridad de comprensión, resultando en un verdadero conocimiento del misterio de Dios, es decir, de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.


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