Unos hombres le llevaron a un
paralítico en una camilla. Al ver la fe
de ellos, Jesús le dijo al paralítico: “¡Ánimo, hijo mío! Tus pecados son perdonados.”
Mateo
9:2, NTV
Muchos de nosotros estamos familiarizados con el relato
evangélico de cómo cuatro buenos amigos, sin inmutarse por las multitudes que
bloqueaban su camino, rompieron el techo de la casa en la que Jesús estaba y
bajaron a su amigo paralítico en su camilla, justo en frente de Jesús.
Cuando Jesús vio al hombre enfermo, Él dijo: “¡Ánimo, hijo mío! Tus pecados son
perdonados.” Estas palabras atrevidas y llenas de gracia,
escandalizaron a algunos escribas legalistas que estaban allí, pero penetraron y restauraron el alma del
pobre paralítico. Por años él probablemente
había creído que era paralítico debido a sus pecados. Entonces Jesús
miró al paralítico y dijo: “¡Ponte de
pie, toma tu camilla y vete a tu casa!” (Mateo 9:6) ¡Y el paralítico saltó sobre sus pies!
Quiero que prestes atención a esto: Antes de que este hombre pudiera
recibir sanidad del Señor, él necesitaba estar
seguro de que sus pecados habían sido perdonados. ¿Por qué?
¡Porque recibir resulta más fácil
cuando tú sabes y crees que has sido perdonado por tus pecados y eres libre
para disfrutar todo lo bueno que Dios tiene para ti!
Amado, cree que tus pecados han sido perdonados porque crees en Jesús.
Comienza a dar gracias al
Señor por Su gracia. ¡Alégrate en el hecho de que eres
completamente perdonado, y recibe de Él la sanidad y provisión que necesitas!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
Mateo 9:6-7 “Así
que les demostraré que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para
perdonar pecados. Entonces Jesús miró al paralítico y dijo: ‘¡Ponte de
pie, toma tu camilla y vete a tu casa!’.
¡El hombre se levantó de un salto y se fue a su casa!”
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