Levítico
1:4
Pondrá su
mano sobre la cabeza del holocausto, y le será aceptado para hacer expiación
por él.
Imagina
la perfección de Jesús cubriéndote de la cabeza a los pies, ante los ojos de
Dios, en cada momento del día. ¿No suena
esto como un sueño? Mi amigo, esa es hoy
tu realidad, debido a que en la cruz Jesús se convirtió en tu holocausto.
En el
caso del holocausto, cuando el oferente ponía sus manos sobre el animal del
sacrificio (Levítico 1:3-4), la perfección y belleza del sacrificio inmaculado
era transferida a él, y Dios lo veía y lo aceptaba a él en la perfección del
animal.
En
hebreo, la palabra “aceptado” implica ser tratado con favor, deleite y
aceptación. Esto significa que tú, por
quien Jesús se hizo un holocausto, eres tratado por Dios con favor, deleite y
aceptación, debido a que la belleza y perfección de Jesús han sido transferidas
a ti. Como tu holocausto, Jesús ha hecho
expiación por ti, en tu lugar.
Jesús
es tu expiación, tu cobertura por el pecado.
Tan precioso como es Jesús para el Padre, es cuan precioso eres tú para
el Padre, porque cuando el Padre te ve, Él ve a Jesús, tu expiación, tu
cobertura.
Así
que, todos los días, toma a Jesús como tu holocausto. Acércate a Dios y dile: “Padre, te doy
gracias porque Jesús es mi holocausto.
Él me cubre de la cabeza a los pies, con Su justicia. Te doy gracias Padre porque Tú me ves sin mancha
y sin arruga. Me ves cubierto con todo
el valor y la perfección de la obra de Tu Hijo.
Lo que Él es para Ti, yo lo soy también.
Quien Él es para Ti, yo lo soy también.
Cómo Él es hoy, también soy yo. ¡Yo
existo en Él!” (1ª Juan 4:17).
Jesús
te tiene cubierto. Tú no te presentas frente
el Padre con todas tus faltas y defectos.
Jesús proclama para ti lo que está bien en ti, a pesar de lo que está
mal en ti, porque Él te ha cubierto con Su perfección. Hoy, escúchalo decirte: “¡Ve, chica!” Te tengo cubierta. ¡No hay nada de lo que debas preocuparte!” Escúchalo decirte: “¡Ve por ello hijo! Te estoy cubriendo. ¡No hay nada que debas temer!”
Pensamiento Del Día
Tú eres tratado por Dios
con favor, deleite y aceptación, porque la belleza y perfección de Jesús han
sido transferidas para ti.
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