Mateo 8:3
Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: “Quiero; sé limpio.”
Y al instante quedó
limpio de su lepra.
Muchos
de nosotros estamos familiarizados con la sanidad del leproso en Mateo 8. Es un hermoso relato de la voluntad de Dios de
tocar y sanar a los enfermos, sin importar lo impuros que puedan estar. Cuando dudemos de la voluntad de Dios para
sanarnos, debemos escuchar las palabras de Jesús de nuevo: “Quiero; sé limpio.” ¡Él es el mismo ayer, hoy y para siempre!
Ya que
la Biblia es clara acerca de la voluntad de Dios de sanar, ¿por qué todavía
tenemos problemas con nuestra salud? ¿Por
qué todavía experimentamos síntomas en nuestros cuerpos?
Creo
que la respuesta se encuentra en lo que Jesús le dijo al leproso que hiciera a
continuación. Él le dijo que fuera y se
presentara ante el sacerdote (Mateo 8:4). Esta era la ley en ese tiempo para leprosos
que eran sanados (Levítico 14:2-3). Y él
debía escuchar que el sacerdote declarara la palabra “limpio” sobre él (Levítico
14: 7).
Verás,
como creyentes, cuando nosotros recibimos a Jesús, Su sangre nos limpia de
pecado y de enfermedad (Isaías 53:4-5). Pero seguimos escuchando a la gente declarar
pecado, enfermedad, pobreza y muerte sobre nosotros. Seguimos escuchando a la gente decirnos que
somos impuros, indignos, pobres, débiles, y que es natural que nos hagamos viejos
y enfermizos, y muramos.
¡Dios
está esperando por un sacerdocio que se levante y declare a Su pueblo limpio!
“Pero
Pastor Prince, ¿en dónde puedo encontrar a estos sacerdotes?”
¿Quiénes
son los sacerdotes hoy? ¡Tú y yo! De hecho, tenemos más autoridad para declarar cosas
buenas, que los sacerdotes levitas del Antiguo Testamento. Ellos eran solamente sacerdotes. ¡Pero nosotros somos reyes-sacerdotes por la sangre de Jesús! (Apocalipsis 1:5-6). En dónde hay palabra del rey, hay poder
(Eclesiastés 8:4). Y por la palabra de
un sacerdote, se resolverá toda disputa y toda ofensa (Deuteronomio 21:5).
Amado,
Dios te ha limpiado, ¡así que declárate limpio! En este momento, pon tu mano sobre tu corazón
y declara cosas buenas sobre ti mismo. Di:
“¡Yo me declaro a mí mismo limpio, justo, sano, completo y con abundante
provisión, por la sangre de Jesús!” ¡Por
tus palabras como rey-sacerdote, toda ofensa contra ti deberá ser resuelta!
Pensamiento Del Día
Ya que tú eres un rey-sacerdote por la
sangre de Jesús, ¡tú puedes declarar cosas buenas sobre ti mismo y ver que estas
sucedan!
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