Inspiración de Gracia
Mas si andamos en la luz, como Él está en la luz, tenemos
comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de
todo pecado. (1 Juan 1:7)
Durante el día, el diablo puede susurrar en tu
cabeza: “Tú no puedes entrar en la presencia de Dios porque no has estado
leyendo tu Biblia y sirviendo en la iglesia”. O él te dirá que es por el pecado que acabas
de cometer.
El diablo siempre te
hará sentir que no estás calificado o lo suficientemente limpio como para
acercarte a Dios. Pero la verdad es que, independientemente de
cómo tú te sientas y de lo que hayas hecho, la sangre de Jesucristo nos limpia
de todo pecado.
En el texto griego original,
el tiempo de la palabra “limpiar” denota una acción continua presente. ¡Esto significa que una vez tú eres creyente, la sangre de Jesucristo te limpia de todo
pecado!
Así que puedes descansar sabiendo que estás perdonado
para siempre en este “ciclo de lavado” continuo de la sangre de Jesús. Debido a que estás limpio continuamente, tú estás siempre en la luz. Por supuesto, tú fallarás aquí y allá, ¡pero aún
estás en la luz porque la sangre está lavándote continuamente!
La Biblia dice que nosotros vencimos al diablo, el
acusador de nuestros hermanos, por medio
de la sangre del Cordero. (Ver Apocalipsis 12:11) Si tú has
pecado, recuérdate que la sangre de Jesús te sigue limpiando de cada pecado —24
horas al día, los siete días de la semana— ¡y sigue adelante con Dios! El
diablo no puede vencerte cuando tu fe está en la sangre que te limpia
continuamente.
Algunos cristianos
están llenos de culpa porque su conciencia de sus pecados los condena. Aunque la sangre de Jesús los limpia
continuamente, ellos prefieren aferrarse a sus errores pasados y sentirse mal
por ellos, pensando que están siendo humildes y santos cuando hacen esto. Pero esto no es más que justicia propia.
Amigo, la sangre eterna de Jesucristo te ofrece
redención eterna y la justicia eterna. ¡Acepta el pago de Su sangre como el
sacrificio final, perfecto y único que tú necesitas!
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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