Inspiración De Gracia
Y a
Aquel que es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que
pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria
en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de
los siglos. Amén. Efesios 3:20-21
En Efesios 3:18-19, vemos que cuando nosotros
conocemos el amor de Cristo, ¡somos llenos hasta la medida de toda la plenitud
de Dios! ¡Esto es increíble! Pero observa en la escritura de hoy que Pablo
no se detuvo allí.
Dios se vuelve grande en tu vida cuando tú conoces Su
amor. ¡Él te dará no solo más, no solo abundantemente, sino mucho más abundantemente
de lo que tú pidas o entiendas!
Así que, cuando tú conoces Su amor por ti, tú puedes pedir en grande y pensar en grande, ¡y Dios aún superará todo lo que tú pidas o entiendas!
Se trata completamente de Su amor por ti y por mí. Sin embargo, hay personas que aún hoy continúan
jactándose de su amor por Dios,
creyendo que Él las bendecirá junto con sus buenas obras.
En mi propia vida, había algunas cosas por las que yo había
estado esperando en Dios, pero por años nada sucedía, hasta que me di cuenta de
lo mucho que Dios me ama. Cuando me di
cuenta de lo mucho que Él me ama, fue como si, de repente, la compuerta de Sus
bendiciones se abrió de par en par y todo tipo de cosas buenas comenzaron a
suceder para mí, en mí y alrededor de mí.
Una de esas ocasiones fue cuando mi hija, Jessica, tenía
unos dos años y estaba sufriendo un ataque viral que los médicos no pudieron calmar.
Ella lloró todo el día y toda la noche. Yo probé todo lo que sabía. Estuve atando y desatando, estuve confesando
la Palabra de Dios, estuve gritando, estuve imponiendo manos... todo fue en
vano.
Luego el Señor me llevó a Génesis 22, donde Dios le dijo a
Abraham que le ofreciera a su hijo, Isaac, como un holocausto para Él —una
sombra de Dios sacrificando a Su propio Hijo, Jesús.
Mientras leía el pasaje, me di cuenta de cuánto Dios me
amaba. Él me amaba tanto que no negó a
Su Hijo, Su único Hijo, el Hijo a quien Él amaba, por mí.
Comencé a llorar por el sentimiento profundo e íntimo del
inmenso amor de Dios por mí. En ese
momento, yo sentí Su amor sobre mí.
Y justo allí, en ese momento, mi hija dejó de llorar en la
otra habitación. ¡De ese momento en
adelante, ella fue completamente sanada! Mientras yo experimentaba una nueva revelación
de Su amor por mí, ¡el milagro para mi hija sucedió!
Permíteme compartirte otro testimonio. Bill, un hermano de California, me escribió
para agradecerme por mis enseñanzas sobre nuestra herencia como hijos amados de
Dios cuando creemos lo que es correcto. Él compartió que previo a su luna de miel en
Cancún, se había pronosticado lluvias y tormentas eléctricas para el 80 a 90
por ciento de la duración de su viaje.
Una mañana, durante su tiempo a solas con Dios, se le
ocurrió que debido a que Dios lo amaba a él y a su esposa, él podía orar a Dios
para que cambiara el clima para su luna de miel, porque seguramente esto no era
un gran problema para el Dios del universo. Así que, tres días antes de su viaje, él oró
precisamente eso.
Este es el testimonio de Bill: “El sol brillaba con nubes
de tormenta a la distancia en todos los lugares a los que fuimos durante
nuestra luna de miel de seis días. Las
tormentas fueron magníficas pero siempre desde lejos. La lluvia solo caía tarde en la noche después
de que nos habíamos acostado. A pesar de
que varias tormentas feroces habían sido pronosticadas a lo largo de la costa,
nosotros despertamos todas las mañanas con el sol y la hermosa naturaleza
recién regada. Algunos se burlarán y
llamarán a esto una coincidencia, y algunos simplemente no creerán que Dios cambió
el clima por uno de los Suyos. ¡Pero yo creo
que eso es exactamente lo que Él hizo!”
Permíteme decir esto nuevamente: cuando tú conoces Su amor
por ti, puedes pedir en grande y pensar en grande, ¡y Dios aún superará
todo lo que pidas o pienses!
¡Cuando tú crees correctamente, las compuertas de las
bendiciones se abren! Nada es imposible
cuando tú crees correctamente en la persona de Jesús y en Su amor y Su bondad. ¡Alabado sea el Señor!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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