Inspiración De Gracia
Y
cuando bajó del monte, grandes multitudes le seguían. Y he aquí, se le acercó un
leproso y se postró ante Él, diciendo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Y
extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: “Quiero; sé limpio”. Y al
instante quedó limpio de su lepra. Mateo 8:1-3
Hoy en día hay muchas creencias erróneas
acerca de quién es Jesús. Yo te pido que
deseches toda idea, concepto e imagen que puedas tener de un Jesús “religioso”,
y me permitas presentarte al verdadero Jesús, porque aquí es donde todo
comienza.
No estoy hablando del Jesús religioso del que quizá hayas oído
hablar mientras crecías, sino del verdadero Jesús, quien caminó por las
polvorientas calles de Jerusalén y sobre las embravecidas aguas de Galilea.
Él era Aquel a quien los enfermos, los pobres, los
pecadores, los desamparados y los marginados se sentían atraídos
instintivamente y con quien se sentían cómodos. Él era Dios encarnado y Él manifestaba el amor
tangible de Dios.
En Su presencia, los que eran imperfectos no se sentían atemorizados,
ni se sentían juzgados o condenados de Su parte. A aquellos que lo buscaban porque necesitaban
sanidad, restauración y provisión —sin importar su pasado o su trasfondo— Él
siempre les extendió Su corazón y Su mano llenos de amor y compasión, y proveyó
abundantemente para sus necesidades.
Al contrario de lo que mucha gente piensa, tú no necesitas
ser “religioso” para tener acceso a Dios y a Su ayuda. De hecho, cuanto menos “religioso” seas,
mejor. El verdadero Jesús no vino para
traer una nueva religión. No vino para
que lo sirvieran ni lo atendieran. No, Él
vino a servir y servir fue lo que Él hizo.
El verdadero Jesús creó el universo con una orden y
orquestó los caminos de cada planeta para que ninguno chocara. Él tenía todo el derecho de exigir servicio de
aquellos a quienes Él creó, sin embargo, Él entregó Su servicio.
Él se inclinó y con Sus propias manos
lavó la mugre y la suciedad de los pies de Sus discípulos. Más tarde, esas mismas manos fueron traspasadas
con unos ásperos clavos en la cruz, y Él con Su propia sangre nos lavó de la
mugre y la inmundicia de todos nuestros pecados al tomarlos sobre Su propio
cuerpo. ¡Qué lejano del Dios que
condena, juzga y critica, que muchos han descrito que Él es!
Este es el verdadero Jesús —totalmente diferente a lo que
a muchos de nosotros se nos ha enseñado acerca de Dios. Él quiere y es poderoso para satisfacer tus
necesidades hoy, y amarte en plenitud.
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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