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martes, 9 de noviembre de 2021

Jesús Está Con Nosotros En Nuestros Problemas

 Inspiración De Gracia


“¡Alabado sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego! Evió a Su Ángel para rescatar a Sus siervos que confiaron en Él”.  Daniel 3:28, NTV

El libro de Daniel registra cómo el rey Nabucodonosor de Babilonia hizo una imponente estatua de oro y ordenó a todos en su reino que se postraran ante ella y la adoraran.  Tres jóvenes, Sadrac, Mesac y Abednego, a quienes el rey había designado para supervisar la provincia de Babilonia, se negaron a hacerlo.  Humillado por su desafío, el rey estaba lívido.  Él les dio una oportunidad más para inclinarse y adorar su estatua de oro o ser arrojados inmediatamente a un horno en llamas.

Sin inmutarse, ellos dijeron: “Oh Nabucodonosor, no necesitamos defendernos delante de usted.  Si nos arrojan al horno ardiente, el Dios a quien servimos es capaz de salvarnos.  Él nos rescatará de su poder, Su Majestad.  Pero aunque no lo hiciera, deseamos dejar en claro ante usted que jamás serviremos a sus dioses ni rendiremos culto a la estatua de oro que usted ha levantado erigido”. (Daniel 3:16–18, NTV)  El rey ordenó que el horno se calentara siete veces más de lo normal, y ordenó a algunos de sus soldados más fuertes que ataran a los jóvenes y los arrojaran al horno.  El horno estaba tan caliente que las llamas mataron a los soldados mientras arrojaban a los tres hombres a las llamas rugientes, bien atados.

De pronto, el rey, lleno de asombro, se puso de pie de un salto y exclamó a sus oficiales: “¿No eran tres los hombres que atamos y arrojamos dentro del horno?”  “Sí, su majestad, así es” le contestaron.  “¡Miren!” gritó Nabucodonosor.  “¡Yo veo a cuatro hombres desatados que caminan en medio del fuego sin sufrir daño!  ¡Y el cuarto hombre se parece a un hijo de los dioses!” (Daniel 3:24-25, NTV)

Nabucodonosor gritó: “¡Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan aquí!”  Los tres hombres salieron del fuego y todos los oficiales y consejeros los rodearon y “vieron que el fuego no los había tocado.  No se les había chamuscado ni un cabello, ni se les había estropeado la ropa.  ¡Ni siquiera olían a humo!” (Daniel 3:26–27, NTV)  De hecho, las llamas solo sirvieron para liberarlos de sus ataduras.

Asombrado de cómo su Dios los había protegido, Nabucodonosor comenzó a alabar a Dios.  Luego, el rey emitió un decreto declarando que si alguien hablaba una palabra en contra del Dios de Sadrac, Mesac y Abednego, sería cortado en pedazos y sus casas se convertirían en montones de cenizas, “¡Porque no hay otro Dios que pueda rescatar de esta manera!” (Daniel 3:29, NTV)  Luego, el rey ascendió a los tres hombres a puestos aún más altos en la provincia de Babilonia.

Amado, este es tu Dios.

Viendo a través de los ojos de la fe,

Joseph Prince

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