Medite En
Cuando
a Ester, hija de Abihail, tío de Mardoqueo, que la había tomado como hija, le
tocó venir al rey, ella no pidió cosa alguna sino lo que le aconsejó Hegai,
eunuco del rey, encargado de las mujeres. Y Ester hallaba favor ante los ojos
de cuantos la veían.
Ester 2:15
Cuando el
rey Asuero estaba en busca de una nueva reina, las mujeres más bellas de la
tierra fueron llevadas al palacio. A todas
las mujeres se les dio la oportunidad de adornarse con todo lo que quisieran del
recinto de las mujeres antes de ser llevadas a una audiencia con el rey.
Pero
cuando llegó el turno de Ester, ella “no pidió cosa alguna sino lo que le
aconsejó Hegai, eunuco del rey, encargado de las mujeres.” Y vea los resultados: “Ester hallaba favor ante los ojos de cuantos
la veían,” y el rey “amó a Ester más que a todas las otras mujeres, y ella halló gracia y favor con él más que
todas las demás vírgenes, y él puso la corona real sobre su cabeza y la hizo
reina” (Ester 2:17).
Mientras
que las otras mujeres probablemente trataban de superarse unas a otras,
apoyándose en sus propios esfuerzos, Ester sabiamente se sometió a la única
persona que conocía mejor las preferencias del rey, y los resultados hablan por
sí mismos. Quiero que vea cómo Ester dependía
del favor inmerecido del Señor. Ella no
se esforzó en ganar. Ella descansó en
el Señor y se humilló a sí misma, y el Señor la promovió y la exaltó por encima
de todas las otras mujeres hermosas.
Amigo,
cuando usted se humilla y para sus propios esfuerzos por promoverse a sí mismo,
y depende únicamente de Jesús, el Señor Mismo será su promoción e incremento. Al igual que Ester, usted destacará entre la
multitud y obtendrá la gracia y el favor de Dios y de los hombres!
Bendiciones,
Joseph Prince
Joseph Prince
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