Mas al que
no trabaja, pero cree en Aquel que justifica al impío,
su fe se le
cuenta por justicia.
Romanos 4:5
Confianza es lo que Dios quiere que tú tengas cuando te acercas a Él. Él no quiere que tú tengas temor de acercarte a Él, sintiéndote indigno a causa de tus pecados. Él quiere que tú te acerques confiadamente
a Él, sabiendo que la muerte, sepultura y resurrección de Su Hijo Jesucristo te
ha justificado y te ha calificado para que recibas de Él confiadamente.
Ésta fue la clase de confianza que la mujer con el flujo de
sangre tuvo cuando tocó a Jesús
(Marcos 5:25-34). Ahora, ella
sabía que al tocar a Jesús estaba
rompiendo la ley Levítica que establecía que cualquiera que tuviera flujo
de su cuerpo era inmundo y no debería aparecer en público, mucho menos
tocar a otra persona (Levítico 15).
Pero
ella se rehusó a sentirse condenada por
la ley. Ella creyó lo que
había escuchado acerca de Jesús, y tuvo
la confianza de que solo encontraría
amor y compasión en Él, no condenación. Ella creyó que Jesús la justificaría y la calificaría para recibir el
milagro que necesitaba. Fue por eso que ella se introdujo con confianza entre la multitud para tocar a Jesús, quien ciertamente
le dijo: “Hija, tu fe te ha sanado”
(Marcos 5:34).
¿Qué
fue eso acerca de su fe que la hizo
ser sana? Romanos 4:5 habla acerca de la fe que cree que Dios justifica al impío. Cuando creemos que Dios justifica al impío,
eso nos da la confianza para acercarnos
a Dios, incluso cuando nos sentimos
impuros porque acabamos de arruinarlo todo.
Cuando
falles, no corras lejos de Dios.
Corre con confianza hacia Él,
sabiendo que tú eres justificado por la
sangre de Cristo y no por tu buen comportamiento.
El
diablo puede decirte: “¿Cómo pudiste hacer eso? ¿Quién te crees que
eres?” Tú no lo escuches.
Levántate y dale gracias a Dios por la
sangre y el regalo de no condenación (Romanos 8:1). Si Dios justifica
al impío, ¿cuánto más a ti, Su amado hijo?
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
Pensamiento Del Día
Tú estás justificado por
la sangre de Cristo y no por tu buen comportamiento.
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