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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Dirígete A Las Alturas

Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán.
Isaías 40:31
Un granjero trató de criar a un aguilucho entre algunos pollos.  Al aguilucho se le enseñó a correr como un pollo y a rascar la tierra como un pollo.  En vez de volar, se le enseñó a mirar siempre hacia abajo y a huir de las serpientes como pollo asustado.  Pero cada vez que hacía estas cosas, sabía en su corazón que algo andaba mal.  Un día, miró hacia arriba y vio a un águila volando majestuosamente, alto en el cielo y con una serpiente entre sus garras.  El águila dio un fuerte chillido que resonó profundamente dentro del corazón del aguilucho.
Cada vez que el aguilucho veía al águila, sabía en su corazón que estaba viendo su verdadera naturaleza.  Trató de decirle a los pollos al respecto, pero los pollos sólo dijeron: “¡Deja de soñar!  Eres un pollo.  Nosotros, los pollos estamos ligados a la tierra.  No volamos.  ¡Y nos aterrorizan las serpientes!”  Pero cuanto más el aguilucho veía al águila, más veía su verdadero destino.  La visión y el llamado del águila eventualmente capturaron su corazón, así que finalmente, fue capaz de silenciar las voces de incredulidad, deshacerse de su mentalidad ligada a la tierra, ¡y despegar hacia el cielo para vivir en las alturas la vida de un águila!
Mi amigo, Dios nos llama águilas, y nos llama a vivir la vida en las alturas con ÉlCuando tú naciste de nuevo como hijo de Dios, todo lo necesario para el éxito, para ser cabeza y no cola, para estar por encima siempre y no debajo, y para vivir la vida victoriosa, fue dado a luz en tiPermanece visualizando y meditando sobre tu verdadera identidad en Cristo –un amado, justificado hijo de Dios destinado a levantarse y reinar en la vida.  Cuanto más sujetes esto en tu corazón, más serás capaz de silenciar las voces que tratan de mantenerte en el suelo y derrotado, ¡y vivir la vida en las alturas! 
Viendo a través de los ojos de la fe,

Joseph Prince


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