Venid a
Mí, todos los que estáis cansados y cargados, y Yo os haré descansar. Tomad Mi yugo sobre vosotros y aprended de
Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras
almas. Porque Mi yugo es fácil y Mi
carga ligera.
Mateo
11:28-30
Al leer acerca de Jesús en los
Evangelios, encontrarás que Él era muy
activo. Él predicó, enseñó, sanó a los enfermos, resucitó a los muertos, echó
fuera demonios y lidió sabiamente con los fariseos astutos. Sin embargo, al hacer todas estas cosas, Jesús estuvo siempre muy tranquilo. Él
nunca estaba preocupado, estresado, o desesperado.
Cuando Él y Sus discípulos se
encontraban en una barca camino a la tierra de los gadarenos, una fuerte
tormenta se levantó. Los discípulos
entraron en pánico, creyendo que la barca iba a hundir a todos en una tumba de
agua. Pero, ¿qué estaba haciendo
Jesús? ¡Él estaba profundamente dormido! Las
ráfagas de viento, el azote violento de las olas y el zarandeo de la barca no
le despertaron –sólo el clamor de sus
discípulos lo hizo. ¿Qué hizo
después? ¡Él reprendió a la tormenta y trajo paz perfecta!
Cuando llegaron a su destino, un
hombre agresivo, gravemente endemoniado salió de las tumbas y se encontró con
Jesús. Sus discípulos, que estaban con
Él en la barca, de repente se alejaron.
Pero Jesús, tan tranquilo como de
costumbre, se mantuvo firme y con una sola palabra –“Ve”–, envió a los demonios fuera. (Mateo 8:32) Él le
trajo paz al hombre, le devolvió una mente sana y le dio plenitud.
Mi amigo, este Jesús que es tranquilo y tan efectivo, vive en ti. Mira
hacia Él y permanece ligado a Él.
Pídele que te dirija y te guíe
todos los días. ¡Fluye con Él y encontrarás descanso y paz interior, que te permitirán
ser efectivo y fructífero esté donde estés!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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