Porque decía: Si tan sólo toco Sus ropas, sanaré.
Marcos 5:28
Con una gran multitud a Su alrededor, Jesús fue tocado por muchas personas ese día (Marcos 5:31), pero solo el toque de una mujer provocó respuesta en Él. Y su toque, desató sanidad instantánea en su cuerpo, liberándola de una enfermedad que la había atormentado durante 12 años.
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Cuando la mujer escuchó que Jesús venía a su aldea, se dijo a sí misma: “Si tan solo toco Sus ropas, sanaré.” En el camino a ver a Jesús, ella probablemente se dijo a sí misma varias veces: “Si toco Sus ropas, sanaré. Voy a ser curada.” No sabemos durante cuánto tiempo ella se estuvo diciendo esto a sí misma, pero ella estaba convencida de que Jesús la sanaría.
Si tú estás enfermo, convéncete a ti mismo que Jesús es tu sanador y que por Sus heridas tú eres sano. No necesitas convencer a Dios. No es Él quien necesita ser persuadido, ¡porque Su bendición ya está sobre ti! Eres tú quien necesita ser persuadido de que Dios ya te ha dado tu milagro. Esa es la razón por la que tú confiesas Su Palabra —para convencerte a ti mismo, no a Dios, para persuadir tu corazón, no el Suyo.
Algunas personas confiesan su fe a otros, para convencer a Dios indirectamente. Por ejemplo, si están creyendo a Dios por sanidad, van por todos lados diciendo a sus amigos: “Yo estoy creyendo a Dios por sanidad.” Ellos están realmente tratando de convencer o persuadir a Dios para que los sane. Le están diciendo a Dios: “Le he dicho a muchas personas lo que estoy creyendo que recibiré de Ti. Sería muy vergonzoso si Tú no haces que eso suceda.” Su confesión procede de incredulidad y está siendo utilizada para manipular a Dios.
Está bien decírselo a otros si quieres, para que ellos puedan respaldarte en fe por tu milagro. Pero no lo hagas para probarle tu fe a Dios y convencerlo. Tú solo necesitas convencerte a ti mismo de que Dios te ama y que se deleita en bendecirte. Di para ti mismo: “Por Sus heridas yo soy sano. Yo no sufriré falta de ningún bien. ¡Yo soy grandemente bendecido, altamente favorecido y profundamente amado!” Y deja que Dios se haga cargo del resto.
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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