… “Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no
peques más.”
Juan 8:11
Cuando Jesús estaba en
la tierra, una mujer sorprendida en adulterio fue llevada delante de Él por los
escribas y los fariseos, la mafia religiosa de esos días. Ellos intentaban atraparle planteándole una
pregunta difícil de responder: “En la
ley, Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres; ¿Tú, pues, qué dices?”
(Juan 8:5)
Jesús respondió: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el
primero en tirarle una piedra.” (Juan 8:7)
Los escribas y los fariseos se fueron retirando uno a uno, hasta que no
quedó ninguno.
Las personas en la
multitud que querían condenar a la mujer no
pudieron. Pero Jesús, el único en la multitud que realmente tenía el poder de
condenarla, no lo hizo. Él luego le
preguntó: “Mujer… ¿Ninguno te ha
condenado?” (Juan 8:10)
Él habló estas palabras de gracia a ella, porque la
amaba. Además, al hacerle esa pregunta, Él le estaba dando la oportunidad de hablar
palabras de no condenación para sí misma —“Ninguno [me condena], Señor”. (Juan 8:11)
Jesús no solo le habló palabras de gracia, Él
también le dio el regalo de la no condenación —“Yo tampoco te condeno. Vete;
desde ahora no peques más.” Fue
cuando ella recibió el regalo de la no condenación, que tuvo el poder para “ir
y no pecar más”.
Hoy, tú tienes el regalo de la no condenación
porque el Hijo de Dios fue condenado por tus pecados. (Romanos 8:1) Hoy, Dios no puede condenarte cuando pecas,
porque Él es fiel y justo a lo que Su Hijo ha hecho.
Así que, si el diablo
trata de convencerte de que Dios está enojado contigo cuando tropiezas y caes,
solo dile: “¡Dios no me condena hoy,
porque 2,000 años atrás Él ya condenó a Jesús en la cruz!”
Desafortunadamente,
todavía escuchamos a las personas decir: “Vete y no peques más en primer lugar,
luego, yo no te condeno.” Tal vez tú has
estado diciéndote esto a ti mismo también.
Pero Dios dice: “Yo no te condeno. Vete y no peques más.” ¡Él te ha dado el regalo de la no
condenación, para que tú tengas la fuerza para ir y no pecar más!
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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