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miércoles, 26 de febrero de 2020

Convéncete A Ti Mismo, No A Dios


Inspiración de Gracia
Porque decía: “Si tan solo toco Sus ropas, sanaré.”  (Marcos 5:28)
En medio de una multitud que lo acosaba, Jesús fue tocado por mucha gente ese día (ver Marcos 5:31), pero solo el toque de una mujer sacó una respuesta Suya.  Y ese toque provocó sanidad instantánea en el cuerpo de ella, liberándola de una enfermedad que la había acosado durante 12 años.
¿Quieres saber cómo tocar a Dios y recibir el milagro que necesitas?
Cuando la mujer escuchó que Jesús venía a su pueblo, se dijo a sí misma: “Si tan solo toco Sus ropas, sanaré.”  En su camino para ver a Jesús, ella probablemente se dijo a sí misma muchas veces: “Si logro tocar Sus ropas, seré sanada.  Voy a ser sanada.”  No sabemos cuánto tiempo ella se estuvo diciéndose esto a sí misma, pero ella estaba convencida de que Jesús la sanaría.
Si tú estás enfermo, convéncete a ti mismo de que Jesús es tu sanador y que por Sus llagas ya has sido sanado.  No necesitas convencer a Dios.  ¡No es Él quien necesita ser persuadido, Su bendición ya está en ti!  Eres tú quien necesita ser persuadido de que Dios ya te ha dado tu milagro.  Esa es la razón para que tú confieses Su Palabra —para convencerte a ti mismo, no a Dios; para persuadir tu corazón, no el Suyo.
Algunas personas confiesan su fe a otras para convencer a Dios indirectamente.  Por ejemplo, si están creyendo en Dios por sanidad, ellos les dicen a sus amigos: “Estoy creyendo en Dios por sanidad.”  En realidad, ellos están tratando de convencer o persuadir a Dios para que los sane.  Le están diciendo a Dios: “Le he dicho a mucha gente lo que estoy creyendo que Tú vas a hacer.  Sería muy vergonzoso si Tú no haces que suceda.”  Su confesión procede de la incredulidad y la están usando para manipular a Dios.
Está bien decirle a otros si quieres hacerlo, así ellos pueden unirse en fe contigo, por tu milagro.  Pero no lo hagas para demostrar tu fe a Dios y convencerlo.  Tú solo necesitas convencerte a ti mismo de que Dios te ama y que se deleita en bendecirte.  Solo di para ti mismo: “Por Sus llagas yo he sido sanado.  Yo no tendré falta de nada.  ¡Yo soy grandemente bendecido, altamente favorecido y profundamente amado!”  Y deja que Dios se haga cargo del resto.
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince

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