Inspiración De Gracia
Y
sucedió que al sentarse a la mesa con ellos, Él tomó pan, y lo bendijo; y
partiéndolo, les dio. Lucas 24:30
En Lucas 24:30–31, Cristo habiendo
resucitado participó de la Santa Cena con los dos discípulos en la aldea de
Emaús. ¡Qué divino honor puso el Señor
Jesús en el partimiento del pan, en este maravilloso sacramento que Él ha dado
a la iglesia!
Es por esto que en mi iglesia, nosotros tomamos la Santa
Cena todas las semanas. Eso es lo que hacía
también la iglesia primitiva. El libro
de los Hechos nos dice que los discípulos “estaban
reunidos para partir el pan” el “primer
día de la semana” (Hechos 20:7) ¿No
deberíamos nosotros entonces enfatizar esto que nuestro Señor Jesús hizo que
fuera algo central?
Sabemos que Dios hizo a Adán y Eva completos, excepto por
una cosa: sus ojos espirituales no estaban abiertos. Dios quería que sus ojos espirituales fueran
abiertos por el Árbol de la Vida, pero en cambio, ellos participaron del Árbol
del Conocimiento del Bien y del Mal, y sus ojos se abrieron para ver su
desnudez. Sus ojos fueron abiertos para
ver sus fracasos y defectos, su escasez y sus deficiencias, su pecado y su
vergüenza.
Pero nuestro Señor Jesús estaba restaurando todo lo que se
perdió en ese jardín. Yo creo que cuando
Él partió el pan para los dos discípulos, Él les estaba dejando comer del Árbol
de la Vida, el árbol del que Dios había querido que el hombre comiera. Nuestro Señor Jesús es el Árbol de la Vida y cuando nosotros participamos de Su cuerpo
partido, estamos comiendo del Árbol de la Vida.
Es por eso que en el momento en que los dos discípulos
tomaron el pan, les fueron abiertos los
ojos y ellos reconocieron al Señor Jesús. El apóstol Pablo también oró para que nuestros
ojos fueran abiertos, para que podamos ver a Jesús, para que podamos verdaderamente
tener una revelación de Su amor. (Efesios 1:17-18, 3:18-19) Yo había estado escudriñando las Escrituras por
años para averiguar más sobre el Árbol de la Vida y me emocioné mucho cuando el
Señor me mostró esto.
Después de que los dos discípulos participaron del Árbol
de la Vida, yo creo que algo les sucedió a sus cuerpos: ellos fueron infundidos
y energizados con la vida de resurrección de Cristo. Fue por eso que ellos pudieron levantarse en
esa misma hora para caminar de regreso a Jerusalén (Lucas 24:33), cubriendo veintidós
kilómetros en un día. (Lucas 24:13) Hoy nosotros
podemos regocijarnos porque esa misma vida de resurrección fluye hacia nuestros
cuerpos cada vez que nosotros participamos
de la Cena del Señor.
Por cierto, después de que Adán y Eva pecaron, sus
corazones se volvieron fríos por el temor y ellos se escondieron cuando
escucharon la voz de Dios en el jardín. (Gén. 3:10) Pero mientras Cristo habiendo resucitado, caminaba
con los dos discípulos en el camino a Emaús, sus corazones ardían de amor por
Jesús (Lucas 24:32) y ellos querían permanecer más tiempo en Su presencia.
(Lucas 24:29)
Nuestro Señor Jesús restauró la relación con Dios que se
fracturó y se perdió cuando Adán y Eva cayeron, y hoy nosotros no tenemos por
qué tenerle miedo al Señor. Cualesquiera
sean las dificultades que se nos presenten, nosotros podemos tener la confianza
de que Él está de nuestro lado (Rom.
8:31) y de que podemos acercarnos con toda confianza a Su trono de gracia.
(Hebreos 4:16)
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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