Inspiración De Gracia
“Y
comerán la carne esa misma noche, asada al fuego, y la comerán con pan sin
levadura y con hierbas amargas. No comeréis nada de él crudo ni hervido en
agua, sino asado al fuego, tanto su cabeza como sus patas y sus entrañas”. Éxodo 12:8-9
Si tú estás confiando en el Señor
para recibir un rompimiento en tu sanidad hoy, quiero afianzar tu corazón con
esta verdad simple pero vital: No hay exclusiones y ni condiciones para el poder
sanador de Dios. No hay exclusión alguna en la obra terminada de Cristo. Su cobertura lo abarca todo y es perfectamente
completa, ¡y cada condición ha sido
cubierta!
Quiero resaltar una verdad poderosa que encontramos en los
versículos anteriores. ¿Por qué Dios
mencionó específicamente que el cordero debía ser asado al fuego con su cabeza,
sus patas y sus entrañas? Yo creo que Él
quiere que tú veas que Jesús, tu Cordero Pascual, llevó cada condición de cada
parte de tu cuerpo. No hay enfermedad, herida o dolor que Él no haya cargado en Su
propio cuerpo en la cruz.
Los israelitas habían vivido bajo la cruel y estresante opresión
de sus amos esclavistas y el horror del infanticidio. Quizás algunos de ellos sufrieron un trastorno
de estrés postraumático o tuvieron ataques de pánico recurrentes. Quizás algunos tenían dolores crónicos y
discapacidades físicas por haber sido tratados brutalmente por sus amos
esclavistas. Pero cualquiera que fuera la
condición que ellos pudieran haber sufrido, yo creo que ellos fueron sanados mientras
comían la cabeza, las patas y las entrañas asadas del cordero.
Cualquiera que sea la aflicción que tú puedas tener en
cualquier parte de tu cuerpo, quiero que sepas que cada condición fue llevada
por Jesús en la cruz. Si bien Dios
instruyó específicamente a los hijos de Israel que se comieran la cabeza del
cordero pascual con sus patas y sus entrañas, todo el cordero fue asado. Esto
significa que no importa contra qué enfermedad estés luchando hoy, Jesús ya la
tomó sobre Sí Mismo.
Hoy, te animo a recibir la Santa Cena recordando el perfecto
amor de nuestro Señor Jesús y lo que Su obra terminada consiguió para ustedes.
Tu parte es mantenerte participando del canal de salud
divina que Él te ha dado hasta que veas la manifestación de tu victoria. Tu parte es levantar tus manos a Él y decirle:
“Señor Jesús, yo recibo Tu sanidad. Por
las llagas que cayeron sobre Ti, cada parte de mi cuerpo —cada célula, cada
órgano— es sanado y funciona en su eficiencia máxima. Gracias, Jesús, por Tu sanidad”.
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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