Inspiración De Gracia
Y
cuando bajó del monte, grandes multitudes le seguían. Y he aquí, se le acercó
un leproso y se postró ante Él, diciendo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”.
Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: “Quiero; sé limpio”. Y al instante
quedó limpio de su lepra. Mateo 8:1-3
Si has tenido dudas sobre la voluntad
de Jesús de sanarte, debido a tus pecados y defectos, quiero mostrarle cómo
Jesús sanó a alguien que estaba descalificado y considerado impuro según la ley
levítica. Mateo 8 se desarrolla en el
Monte de las Bienaventuranzas justo después de que Jesús predicó el Sermón del
Monte, y comienza con los versículos mencionados anteriormente.
Uno de mis lugares favoritos para visitar en Israel es el
Monte de las Bienaventuranzas. Hace
algunos años, yo subí hasta donde Jesús podría haberse sentado mientras Él
predicaba a las multitudes que estaban abajo, luego caminé por un camino que me
di cuenta que conducía hasta Capernaúm.
Yo siempre me había imaginado a Jesús bajando de la
montaña hacia la multitud, pero me di cuenta de que si Él lo hubiera hecho, entonces
no diría “grandes multitudes le seguían”.
Es muy probable que Él haya tenido que bajar
por el otro lado de la montaña hacia Capernaúm para que las multitudes lo
siguieran. Solo un versículo después de
que Jesús sanó al hombre con lepra, la Biblia nos dice que Él entró en Capernaúm
(Mateo 8:5), así que eso tiene sentido para mí.
Mientras caminaba por ese camino, llegué a un enorme cúmulo
de rocas a un lado y noté otras losas de piedra esparcidas cerca. De repente, sentí que el Señor me detuvo y
comenzó a darme una visión interior. Yo
vi cómo el hombre con lepra pudo haberse escondido debajo de esas rocas para
poder escuchar a Jesús predicar sin ser visto por las multitudes. Si lo hubieran visto, siendo inmundo a causa
de su lepra, las personas que repugnaban su condición podrían haberle arrojado
piedras para ahuyentarlo.
Yo vi la angustia del hombre cuyo cuerpo estaba cubierto
de llagas leprosas y carne viva expuesta, y que también se había visto obligado
a aislarse y separarse de sus seres queridos para no contaminarlos ni deshonrarlos.
(Lev.13:45-46) Yo vi la desesperación
del hombre que se arrojó ante Jesús, adorándolo mientras decía: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Y vi la belleza y la majestad de nuestro Señor
Jesús cuando Él tocó al hombre con lepra y dijo: “Quiero; sé limpio”.
En ese momento, el Señor no solo restauró la salud del hombre,
Él también restauró su humanidad.
Que Jesús tocara a un leproso es asombroso. Según la ley, cuando el limpio toca al
inmundo, el limpio se vuelve inmundo. Nuestro
Señor Jesús estaba mostrando que bajo la gracia, cuando el limpio (Jesús) toca
al inmundo, ¡el inmundo se vuelve limpio! Jesús no se contaminó al tocar al hombre con
lepra —Él la desterró. Amado, Él hará lo
mismo por ti.
Viendo a través de los ojos de la fe,
:)
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