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miércoles, 23 de marzo de 2022

Poder Para Destruir Completamente Las Enfermedades

Inspiración De Gracia


Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios… para que ninguna carne se jacte delante de Dios.  1 Corintios 1:27, 29

Para muchas personas, la simplicidad de la Santa Cena es lo que les hace muy difícil creer que puede ser eficaz.  Todo lo que ellos pueden ver es un pequeño trozo de pan y una pequeña copa de jugo.  Ellos no pueden imaginar cómo algo tan aparentemente insignificante, pequeño y débil puede echar fuera la enfermedad o hacer que ellos vivan una vida larga.

Cuando descartamos los elementos de la Santa Cena por esas razones, estamos olvidando la manera en la que Dios obra.  La Biblia dice que Dios escoge lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte.  Una y otra vez, vemos cómo Dios derrotó a los enemigos de los hijos de Israel no por medio de su poderío militar sino por cosas aparentemente insignificantes.

Dios usó una honda y una piedra en la mano de un joven pastor para derribar a Goliat, el poderoso campeón del ejército filisteo. (1 Sam. 17:38–51)  Él usó un martillo y una estaca en las manos de una mujer indefensa para destruir a Sísara, el despiadado comandante militar cananeo que había oprimido a los hijos de Israel durante veinte años. (Jueces 4:3–22)  Él usó la quijada de un burro en la mano de Sansón —un hombre— para matar a mil filisteos. (Jueces 15:15-16)

Es interesante notar que cuando una mujer gentil se acercó al Señor Jesús buscando sanidad para su hija que estaba terriblemente endemoniada, Él se refirió a la sanidad como “el pan de los hijos.”  ¿Sabes lo que le dijo la mujer?

 “Sí, Señor, mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.”  Entonces Jesús le dijo: “¡Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres.”  Y su hija fue sana desde aquella hora. (Mat. 15:22-28, RVA)

¿De qué piensas que sea una sombra el pan de los hijos que está puesto en la “mesa de sus señores”?  ¡De la Santa Cena!

Tú y yo nos sentamos a la mesa del Señor porque somos hijos e hijas del Dios Altísimo y podemos participar libremente de la Cena del Señor.  Si las aparentemente insignificantes “migajas” que cayeron de la mesa pudieron sanar a la hija de la mujer, ¡cuánta más sanidad y vida recibiremos nosotros que tenemos la sustancia de la Santa Cena!

Viendo a través de los ojos de la fe,

Joseph Prince 

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