Inspiración De Gracia
Y
a ella le dijo: “Tus pecados han sido perdonados… Tu fe te ha salvado, vete en
paz.” Lucas
7:48, 50
Imagínate esto: tú estás
a punto de entrar en un tiempo de adoración en la iglesia y cuando el líder
hace la invitación a este tiempo, te pide a ti y a todos los demás creyentes
que primero busquen en sus corazones cualquier pecado que pueda mantenerlos alejados
de la presencia del Señor. Dime, ¿qué le pasa a tu corazón cuando
comienzas a buscar pecado en él? ¿Y qué pasa con tu adoración?
Una de las cosas que me enseñaron durante mis
años de formación como cristiano fue que yo tenía que buscar el pecado en mi
corazón antes de que pudiera adorar al Señor. Cada vez que lo hacía,
yo me sentía como si estuviera entrando en un almacén oscuro y lúgubre lleno de
telarañas. Me imaginaba mirando a mi alrededor y buscando todos mis
pecados con una pequeña antorcha. ¿Has estado allí? Y
cuanto yo más buscaba, más encontraba y más me sentía indigno de entrar en la
santa presencia de Dios.
Entonces, en lugar de ser más consciente de la
belleza y el amor de mi Salvador, me volvía cada vez más y más consciente de mis
pecados, de mi inmundicia y de mi culpa. Inicialmente, yo levantaría
mis manos y estaría listo para alabar y adorar a Dios. Pero cuanto
más buscaba pecado en mi corazón, más colgaban mis manos de abatimiento.
¿Cómo podía yo adorar a Dios? ¿Cómo
podría yo tener el valor y la audacia de entrar en Sus atrios con alabanza?
A medida que crecía y maduraba en las cosas de
Dios, me di cuenta de que la idea de que tú tenías que estar “bien” antes de
poder adorar a Jesús, es una tradición del
hombre. Por ejemplo, la mujer de Lucas 7, que se acercó a Jesús con
un frasco de alabastro con perfume, simplemente se postró a Sus pies y lo
adoró. Ella lavó Sus pies con sus lágrimas y se los secó con su
cabello antes de ungirlos con el aceite.
La Biblia registra claramente que la mujer era
una pecadora, y muchos creen que ella era una prostituta, pero la Biblia no
dice nada acerca de que ella se detuvo a escudriñar su corazón o a confesar sus
pecados antes de adorar a Jesús. Ella lo adoró tal como ella era, y
después de eso, Jesús le dijo: “Tus pecados han sido perdonados.”
Creo que el diablo ha tratado de robarnos esta
tremenda verdad. Cualquiera que sea tu necesidad, ya sea que estés
sumido en deudas, atrapado en un pecado en particular o temeroso por tu futuro,
ven a Jesús.
Él es tu Salvador. Él es tu
sanador. Él es tu proveedor. Él es tu paz. Él
es tu perdón. Él es tu “YO SOY” (Éxodo 3:14), lo que significa que
Él es el gran “YO SOY” para lo que sea que tú necesites que Él sea en tu
situación.
Cualquiera que sea la necesidad que tú puedas
estar enfrentando en este momento, Él te ama y Él es tu
solución. Ven y adóralo tal como eres, y Él te encontrará en
el punto de tu necesidad. Tú no tienes que preocuparte por las
faltas que has cometido, porque estás adorando a tu perdonador. No
tienes que preocuparte por tu enfermedad, porque estás adorando a tu
sanador. Si los creyentes realmente conocieran esta verdad, ¡ni
siquiera caballos salvajes habrían podido evitar que ellos se acerquen a adorar
a Dios!
Amado, ven y adora con la misma determinación
y confianza con las que esta mujer lo hizo. Vas a escuchar a Jesús
decir: “Tus pecados han sido perdonados… Tu fe te ha salvado. Vete en
paz.”
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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