Inspiración De Gracia
Porque
por las obras de la ley ningún humano será justificado delante de Él; pues por
medio de la ley viene el conocimiento del pecado. Romanos 3:20
Amado, comprender el
propósito de la ley es fundamental para tu relación con Dios. Él dio
la ley con un propósito: que tú tengas conocimiento del pecado y que reconozcas
tu necesidad de un Salvador.
Sin la ley, no habría pecado. (Romanos
4:15) Por ejemplo, si no hay una ley sobre qué tan rápido puedes
conducir en una carretera en particular, es decir, si no hay límite de
velocidad, la policía estatal no puede detenerte y darte una multa por exceso
de velocidad. En términos simples, ninguna ley es igual a ningún
pecado. ¡No reconocer el pecado es igual a no necesitar un Salvador!
Por lo tanto, la ley fue dada para llevar al
hombre hasta el tope de sí mismo para que, en su desesperación, él viera su
necesidad de Jesús. Debido a la ley, ningún hombre puede decir que
no es un pecador y ningún hombre puede decir que no necesita a
Jesús. Ese es el propósito de la ley. Esta no fue
diseñada para hacerte piadoso, sino para exponer tu impiedad.
Lo que el diablo quiere hacer es mantener la
ley sobre tu cabeza todo el tiempo para que tú te sientas constantemente
condenado y culpable. Así es como él te mantiene atrapado en un
ciclo de derrota. El diablo es un maestro del legalismo que
constantemente te recuerda cuán indigno eres de recibir las bendiciones de
Dios. Conocido como el acusador de los hermanos (Apocalipsis 12:10),
estos son algunos de sus ataques comunes:
¿Te llamas a ti mismo
cristiano? ¡Eres un hipócrita!
Olvídate de
orar. Dios nunca escuchará tus oraciones.
Mira tu
vida. ¿Cómo te atreves a entrar a la iglesia?
¡Amigo, estas son mentiras, todas
mentiras! El diablo está usando la ley para hacerte consciente de
todos tus defectos. Pero a través de Jesucristo, tú ya no estás bajo
la condenación de la ley. ¡El diablo ha sido desarmado por el poder
de la cruz!
Jesús, que no conoció pecado, fue condenado en
tu nombre en la cruz. Por medio de Jesucristo, ahora tú eres hecho
justo sin las obras de la ley.
Entonces, cuando escuches la voz del acusador
condenándote, recuerda que tú eres la justicia de Dios en Cristo Jesús. (2 Cor.
5:21) ¡Decláralo en voz alta! Vamos, dilo conmigo tres
veces, cada vez más fuerte que la primera:
¡Yo soy la justicia de Dios en Cristo
Jesús! ¡Yo soy la justicia de Dios en Cristo Jesús! ¡Yo
soy la justicia de Dios en Cristo Jesús!
La justificación es un regalo. No
es una recompensa por la obediencia perfecta a la ley. Tú no estás
vestido hoy con tu propia justicia, sino con la justicia de
Jesucristo. Dios te ve tan justo como al mismo Jesús. Esta
es tu posición permanente y eterna delante de Él, debido a lo que Cristo hizo
por ti.
Y oye, cuando tú estás vestido con la justicia
de Jesús, cualquier obstáculo que intente impedirte vivir tu vida al máximo, ya
sea una adicción, una enfermedad, temores o depresión, ¡tiene que desaparecer!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince
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