Jesús les habló otra vez,
diciendo: “Yo Soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Juan 8:12
Cuando yo era un
adolescente, escuché a predicadores diciendo esto: “Jesús es la luz del
mundo. Así que, no pienses ni por un
momento que puedes hacer cosas a Sus espaldas.
¡Su luz va a exponer todas las cosas malas que has hecho!” Así que, yo tenía
miedo de acercarme a Dios por temor a que Su luz gloriosa revelara mis faltas,
mis debilidades y mi vergüenza.
Pero, ¿es esto lo que
“la luz del mundo” hace?
La verdad se encuentra
en el contexto de este versículo. Jesús declaró que Él es la luz del mundo,
justo después de haberle dicho a la mujer sorprendida en el acto de adulterio: “Mujer, ¿dónde están los que te
acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?”
Cuando ella dijo: “Ninguno, Señor,” Él le dijo a ella: “Yo
tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más.” Luego, la Biblia nos dice: “Jesús les habló otra vez, diciendo: ‘Yo Soy la luz del mundo...’” (Juan
8:10-12)
Qué maravilloso es saber
que cuando Jesús dijo: “Yo Soy la luz del mundo,” Su luz no era para revelar el pecado de la
mujer, porque Él recién le había dicho a ella que no la condenaba.
Esto nos dice que no debemos tener miedo cuando nos acercamos
a la presencia de Dios. Él no está
allí esperando para castigarnos por nuestros errores y nuestras faltas. Su luz no es para exponer nuestros pecados y
nuestra vergüenza, ni para condenarnos.
¡No, Su luz gloriosa es para
mostrarnos cuán perfectamente la sangre de Su Hijo ha lavado nuestros pecados! Es por
eso que Jesús pudo decirle a la mujer que Él no la condenaba —porque Él sería
condenado por su pecado, así como por los nuestros, en la cruz.
Amado, la luz de Jesús revela la verdad de que
nuestros pecados han sido completamente eliminados. Revela
también lo perfecto e impecables que somos debido a la obra perfecta de Cristo
en la cruz. ¡Cuando tú sabes esto, puedes acercarte con confianza a la presencia de
Dios, sabiendo que tienes la luz de la vida que te da gracia y esperanza!
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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