Medita En
Y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la
ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre
la base de la fe. (Filipenses 3:9)
La gracia de Dios es Su
favor inmerecido, no ganado y del cual no somos dignos. Cuando Dios te responde en tu momento más
indigno, eso es gracia. ¡Ese es
Su asombroso favor inmerecido! En tu momento
más bajo, en tu hora más oscura, Su luz brilla para ti y tú te conviertes en un
receptor de Su favor inmerecido, y
un receptor de favor no puede evitar el deseo de extender esa gracia a los demás.
Amigo, en y por
nosotros mismos, no merecemos nada bueno. Pero debido a que estamos en Cristo y en Su justicia,
Dios no retendrá ninguna bendición de nuestras vidas hoy. Nuestra parte es no luchar con nuestras
propias obras y ser independientes de Dios, sino enfocarnos en recibir de Él todo lo que necesitamos.
Creo que cuanto más
consciente de justicia tú estés, más experimentarás el favor inmerecido de
Dios. Cuando la voz de descalificación
venga a recordarte todas las áreas en las que fallas, ese es el momento de recurrir a Jesús, que te califica, y escuchar Su
voz. ¡Esa es la verdadera batalla de la
fe! La batalla de la fe es luchar para creer que tú eres hecho justo
por la fe y no por las obras. Pablo,
hablando de sus propios logros bajo la ley, dijo que los contaba todos “como basura a fin de ganar a Cristo, y ser
hallado en Él, no teniendo mi propia
justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la
base de la fe”. (Filipenses
3:8–9)
De manera que hay
claramente dos tipos de justicia en la Biblia: (1) Una justicia que viene de tu
obediencia y de ti tratando de ganar esa manera de alcanzarla. (2) Una justicia que viene de la fe en
Jesucristo.
Solo uno de estos
tiene un fundamento sólido e inquebrantable. Uno se basa en ti y en tu capacidad
de guardar la ley, mientras que el otro se basa en la Roca de los siglos —Jesucristo.
Uno solo puede darte la confianza para
pedir el favor de Dios ocasionalmente, dependiendo de lo bien que tú creas que
lo estás haciendo. El otro, te da la confianza
para acceder a Su favor inmerecido TODO EL TIEMPO, incluso cuando sientes que
eres completamente inmerecedor.
¿De qué quieres
depender a la hora de la verdad —de tu justicia vacilante o de la justicia de
Jesús perfecta y sólida como roca? Es tu
fe en la justicia de Jesús la que te da el derecho al favor inmerecido de Dios. Hoy, debido a lo que Jesús hizo en la cruz, tú
puedes esperar que te sucedan cosas buenas. Puedes pedirle cosas grandes a Dios y llegar
al destino bendito que Él tiene para ti y tu familia. ¡Su
justicia es tu derecho al favor inmerecido de Dios! ¡No permitas que ninguna voz de acusación te
diga lo contrario!
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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