Medita En
Diré yo al Señor: “Refugio mío y fortaleza mía, mi Dios en quien
confío. (Salmos 91:2)
¿Qué estás diciendo del Señor hoy? Si estás diciendo que Él te dio el problema en
el que estás actualmente o una enfermedad para enseñarte humildad, es hora de cambiar lo que crees acerca de
Él. Si tú realmente crees que Dios
es el autor de tus problemas, ¿en verdad correrías hacia Él en busca de ayuda?
Amigo, seamos como el
salmista que declaró: “Diré yo al Señor: ‘Refugio mío y fortaleza mía,
mi Dios en quien confío’”.
La palabra hebrea para
“refugio”, machaceh, se refiere a un
refugio contra tormentas y peligro. Este
refugio es como los bunkers que muchos judíos tienen en sus hogares en Israel
hoy para protegerlos de los ataques a pequeña escala. En sentido figurado, cuando tú dices que el
Señor es tu machaceh, también estás
declarando que Él es tu lugar de
esperanza.
El Señor también es tu
fortaleza. En hebreo, la palabra usada
para “fortaleza” es matsuwd. Ésta se refiere a un castillo o fortaleza, un
lugar de defensa y protección contra los ataques a gran escala. ¿No es esta una imagen hermosa? Lo que sea que tú puedas estar pasando ahora, puedes
declarar que el Señor es tu refugio y tu
fortaleza —tu protección tanto en ataques pequeños como en ataques mayores.
Quizás no has estado
diciendo que Dios está detrás de tus problemas. Quizás no estás diciendo nada en absoluto
acerca del Señor. Quizás Dios parece
estar muy lejos y te sientes separado de Él. Si ese eres tú, ¿puedo animarte a tomarte hoy
un descanso de lo que tengas en tu lista de pendientes y simplemente tomar
tiempo para habitar en Su dulce presencia? Dios no está distante; a veces nosotros
simplemente estamos bastante distraídos para escuchar Su voz o sentir Su
amorosa presencia.
Toma un momento y
mírate a ti mismo bajo Su abrigo. Mora
bajo Su sombra. Saborea Su favor. Recibe Su sabiduría. Y halla descanso para tu alma angustiada. El sentimiento de estar distante de Dios es solo un sentimiento, nada más. Él ha prometido en Su Palabra que Él nunca te dejará ni te abandonará. (Ver
Heb. 13:5) Nuestro Señor Jesús pagó para
que tú tengas acceso a la constante presencia de Dios. En la cruz, Él gritó: ”Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?” Cuando Dios le dio la espalda. (Mateo 27:46) Él tomó nuestro lugar y fue rechazado por Dios
cuando cargó nuestros pecados, para que hoy
nosotros podamos tomar Su lugar de estar a la presencia constante del Padre y tomarlo como nuestro refugio y fortaleza.
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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