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martes, 5 de noviembre de 2019

¡Oh, Qué Alegría!


Medita En
En Él tenemos redención mediante Su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de Su gracia.  (Efesios 1:7)
En el momento en que invitaste a Jesús a tu corazón como tu Señor y Salvador, todos tus pecados fueron perdonados —tus pecados pasados, tus pecados presentes y tus pecados futuros.  Una vez que naces de nuevo, tú estás en Cristo.  Tú no tienes que intentar obtener el perdón.  Tú tienes el perdón de los pecados por medio de Su sangre y este perdón de pecados que tú tienes no es conforme a lo que has hecho, sino conforme a las riquezas de la gracia de Dios —¡Su favor inmerecido, que no hemos ganado y del que no somos dignos!
La Biblia nos dice que “la paga del pecado es muerte”. (Rom. 6:23)  En otras palabras, el castigo por el pecado es la muerte.  También nos dice que “sin derramamiento de sangre no hay perdón”. (Heb. 9:22, NVI)  Por lo tanto, la sangre es necesaria para el perdón de los pecados.  Es por eso que incluso bajo el antiguo pacto de la ley, el pecado fue cubierto temporalmente por la sangre de los animales sacrificados.
Las buenas noticias del evangelio son que nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, bajó del cielo a la tierra y se sacrificó a Sí Mismo en la cruz.  Su sangre perfecta y sin pecado proveyó el perdón por todos nuestros pecados.  Tú y yo no podemos pagar por nuestros propios pecados, así que Él lo hizo por nosotros.  Ahora, todo aquel que crea en Él nunca morirá, sino que recibirá el regalo de la vida eterna.  ¡Aleluya!
Estimado lector, observa cómo David describe la bendición de un hombre cuyos pecados son perdonados:
«Oh, qué alegría para aquellos a quienes se les perdona la desobediencia, a quienes se les cubren los pecados.  Sí, qué alegría para aquellos a quienes el Señor les borró el pecado de su cuenta».
—Romanos 4:7–8, NTV
¡Oh, qué alegría y qué bendición es recibir el perdón de los pecados!  Por el contrario, cuando los creyentes comienzan a preguntarse si ellos son realmente perdonados, esto lleva a todo tipo de inseguridades, temores y ataduras destructivas.  El temor y la inseguridad no pueden existir en una relación sana con Dios.  En una relación matrimonial, por ejemplo, si una esposa nunca se siente segura en el amor de su esposo por ella, ella nunca sacará fuerzas de ello, ni encontrará alegría en su matrimonio.  En lugar de prosperar, con el tiempo ese matrimonio se desintegrará.  Del mismo modo, nuestro Padre celestial no quiere que vivamos atrapados en una inseguridad perpetua porque no tenemos la seguridad de nuestro perdón.
Hoy, basado en la Palabra de Dios, alégrate y agradece a Dios por la bendición de Su perdón, pagado tan caro y dado a nosotros gratuitamente.  Deja que esta verdad del evangelio se ancle y se fortalezca en tu corazón, y aleje todo temor e y sentimiento de inseguridad.
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince

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