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martes, 26 de noviembre de 2019

El Perdón Abre La Puerta


Medita En
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman”.  (1 Corintios 2:9)
Palabras crueles pronunciadas con ira.  Una traición a la confianza.  Promesas rotas.  Una relación destructiva que tú sabías que no debías haber entablado.
¿Has estado en alguno de esos caminos oscuros antes?  Hay muchas personas que están viviendo a la sombra de la culpa y la condenación.  Los errores de su pasado los persiguen, y es un viaje arduo y dolorosamente solitario para ellos.
Quizás el paralítico a quien sus cuatro amigos fieles bajaron por el techo en el libro de Marcos entendió algo de esto.  La Biblia nos dice que él estaba paralizado hasta el punto en que solo podía estar acostado sobre una camilla, que fue cómo sus amigos lo llevaron hasta la casa donde estaba Jesús.  Con el hombre acostado inerte sobre su camilla, sus cuatro amigos lo bajaron por el techo, justo en frente de Jesús —la única manera que ellos conocían para llevar a su amigo lisiado ante Jesús y asegurar su sanidad.  Las Escrituras nos dicen que cuando Jesús vio la fe de ellos, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. (Marcos 2:5)
Para todos los que estaban viendo esta escena desarrollarse ese día, debe haber sido muy extraño que Jesús dijera —“tus pecados te son perdonados”.  El hombre estaba claramente paralizado.  Él obviamente estaba allí por su sanidad.  ¿Qué tenía que ver el perdón con su condición o sanidad?
Pero Jesús sabía que eso era exactamente lo que este pobre hombre necesitaba escuchar para que su sanidad se manifestara.  Y de hecho, en las siguientes palabras de Jesús: “¡Ponte de pie, toma tu camilla y vete a tu casa!”, el paralítico “se levantó de un salto, tomó su camilla y salió caminando entre los espectadores, que habían quedado atónitos.” (Marcos 2:11–12, NTV)  ¿Qué había sucedido?  Jesús vio, cuando nadie más podía, que el hombre necesitaba escuchar que era perdonado, que Dios no lo estaba condenando.  Y esas palabras abrieron la puerta a su sanidad y lo liberaron de su parálisis.  No es de extrañar que los espectadores quedaran atónitos —¡ante sus ojos, el hombre pasó de ser alguien inmóvil e indefenso, a ser activo, fuerte y perfectamente completo!
Querido amigo, si estás paralizado por una fuerte sensación de condenación por algo en tu pasado, quiero que sepas sin ninguna duda que Dios no está apartando de ti, tu rompimiento.  Él te ama, comprende tu dolor y sufrimiento, y te ha perdonado a través de la cruz.  Él quiere que sepas que tu pasado no tiene que envenenar tu futuro.  No importa cuántos días oscuros hayas experimentado, Dios ha preparado muchas y maravillosas puertas abiertas de oportunidad, favor y buen éxito, para que tú puedas caminar por ellas en los días venideros.  Tus días más brillantes y gloriosos están aún por venir.
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince

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