Medita En
Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la
incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con El, habiéndonos
perdonado todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que
consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de
en medio, clavándolo en la cruz. (Colosenses
2:13–14)
En el relato de la
mujer sorprendida en adulterio, la Biblia guarda silencio sobre lo que Jesús
escribió en el suelo con Su dedo. Pero yo
creo que cuando Él se inclinó, estaba escribiendo la Ley de Moisés. He estado en Jerusalén muchas veces. Durante una de mis visitas, hace algunos años,
al recinto del templo donde Jesús se encontró con esta mujer, el Señor abrió mis
ojos para ver que el suelo del recinto del templo estaba hecho de adoquines
duros. Esto significa que Jesús no
estaba escribiendo en el suelo. Estaba
escribiendo con Su dedo en piedra.
Entonces, en un
instante, vi que Jesús estaba escribiendo la
ley en piedra. En efecto, Él les
estaba diciendo a los fariseos: “¿Ustedes pretenden enseñarme acerca de la Ley
de Moisés? Yo Soy el que escribió la ley”. Jesús escribió dos veces en el suelo con Su
dedo, completando así la tipología, ya que sabemos que Dios escribió los Diez
Mandamientos con Su dedo dos veces.
Las primeras tablas de
los Diez Mandamientos fueron destruidas por Moisés cuando vio a los israelitas
adorando al becerro de oro al pie del Monte Sinaí. Luego, Dios escribió otras tablas de piedras
y se las dio a Moisés para que las colocara bajo el propiciatorio en el arca
del pacto. Yo nunca había escuchado a
nadie predicar esto antes —era una revelación fresca y directa del cielo. ¡Me encanta cuando el Señor abre mis ojos para ver Su gracia!
¿Sabes por qué es tan
emocionante saber lo que Jesús escribió sobre el suelo ese día? Es muy significativo porque nos muestra que el mismo autor de la perfecta ley de
Dios no usa la ley para juzgarnos, ni para condenarnos hoy. Y no es porque Dios simplemente decidió ser
misericordioso con nosotros. ¡No! Es porque Jesús
Mismo cumplió todos los requisitos del juicio de la ley en nuestro nombre y
tomó sobre Sí Mismo cada maldición y golpe de castigo por nuestros pecados en Su
propio cuerpo, en la cruz. ¡Nosotros somos
perdonados porque Él fue juzgado! ¡Nosotros
somos aceptados porque Él fue condenado!
Cualquiera que sea tu problema
hoy, tu respuesta se encuentra en recibir una revelación fresca de lo mucho que
eres perdonado en Cristo.
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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