Inspiración de Gracia
Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante Él, sacrificio
de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan Su nombre. (Hebreos 13:15)
Levantar las manos y agradecer a Dios es
espontáneo y fácil cuando acabamos de recibir una bendición maravillosa: “¡Dios,
no puedo agradecerte lo suficiente por este milagro!”
“¡Gracias Padre, por
responder a mi oración!”
“¡Padre, te doy
gracias por este regalo inesperado!”
Quizás estuviste cerca
de estar en un accidente fatal, pero Dios te libró del peligro justo a tiempo. O tu abuela, no creyente por muchos años,
finalmente recibió a Jesús como su Salvador y fue sanada de una enfermedad que
tenía hace mucho tiempo.
Pero hay momentos en los
que no tienes ganas de levantar las manos para agradecer a Dios y alabarle, sin
embargo lo haces. Quizás te sientes muy
desanimado últimamente. Quizás todo te
esté yendo mal y sientas que tu vida es un desastre. No puedes contener las lágrimas. Sin embargo, conscientemente tomas la decisión de levantar tus manos y agradecer
a Dios por estar en esa situación contigo. Abres la boca y comienzas a alabarlo a pesar
de que realmente no tienes ganas de hacerlo.
En medio de la prueba
por la que estás atravesando, tú lo alabas a Él, porque Él es tu justicia a
pesar de todos los errores que has cometido. Le agradeces porque Él es tu Príncipe de Paz y
porque Su paz surgirá en ti para calmar las tormentas en tu vida.
Amigo, Dios ve y aprecia esos momentos en los que,
a pesar de sentirte tan desanimado, tú le ofreces una ofrenda voluntaria de
acción de gracias. De hecho, tu agradecimiento
durante esos momentos es más apreciado por Él que tu agradecimiento durante
esos momentos en los que te sientes alegre porque acabas de ser bendecido.
Y cuando tú eliges
agradecerle a Dios por Su amor inagotable y Su fidelidad para librarte, protegerte
y proveer para ti, incluso cuando aún no puedes ver las bendiciones, ¡en poco
tiempo, te encontrarás experimentando y disfrutando esas bendiciones! ¡Así
que levanta tus manos y alaba al Señor, porque Él es bueno y Su misericordia es
para siempre! (Salmos 106:1)
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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