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sábado, 10 de octubre de 2020

¡Declárate Limpio!

 Inspiración de Gracia

Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: “Quiero, sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra.”  (Mateo 8:3)

La mayoría de nosotros estamos familiarizados con la sanación del leproso en Mateo 8.  Es un hermoso relato de la voluntad de Dios de tocar y sanar a los enfermos, sin importar cuán inmundos sean.  Siempre que nosotros dudemos de la voluntad de Dios de sanarnos, debemos escuchar de nuevo las palabras de Jesús: “Quiero; sé limpio.”  ¡Él es el mismo ayer, hoy y siempre!

Dado que la Biblia es clara acerca de la voluntad de Dios de sanar, ¿por qué nosotros seguimos teniendo problemas de salud?  ¿Por qué todavía experimentamos síntomas en nuestros cuerpos?

Creo que la respuesta se encuentra en lo que Jesús le dijo al leproso que hiciera a continuación.  Él le dijo que fuera y se presentara al sacerdote. (Ver Mateo 8:4)  Esta era la ley entonces para los leprosos que eran sanados. (Ver Levítico 14:2-3)  Y él debía escuchar al sacerdote declarar la palabra “limpio” sobre él. (Ver Levítico 14:7)

Verás, como creyentes, cuando nosotros recibimos a Jesús, Su sangre nos limpió tanto del pecado como de la enfermedad. (Ver Isaías 53:4-5)  Pero nosotros seguimos escuchando a la gente declarar pecado, enfermedad, pobreza y muerte sobre nosotros.  Seguimos escuchando a la gente decirnos que somos impuros, indignos, pobres, débiles, y que es simplemente natural que envejezcamos, que nos enfermemos y muramos.

¡Dios está esperando por un sacerdocio que se levante y declare limpio a Su pueblo!

“Pero Pastor Prince, ¿en dónde puedo encontrar a tales sacerdotes?”

¿Quiénes son los sacerdotes hoy?  ¡Tú y yo!  De hecho, nosotros tenemos más autoridad para declarar cosas buenas que los sacerdotes levitas del Antiguo Testamento.  Ellos eran simplemente sacerdotes.  ¡Pero somos reyes-sacerdotes por la sangre de Jesús.” (Ver Apocalipsis 1:5–6)  En donde hay palabra de rey, hay poder. (Ver Eclesiastés 8:4)  Y por la palabra de un sacerdote, toda disputa y toda agresión serán resueltos. (Ver Deuteronomio 21:5)

Amado, Dios te ha limpiado, ¡declárate limpio!  Ahora mismo, pon tu mano sobre tu corazón y declara cosas buenas sobre ti mismo.  Di: “¡Yo me declaro limpio, justo, sano, completo y con provisión abundante por la sangre de Jesús!”  ¡Por tu palabra como rey-sacerdote, toda disputa contra ti será resuelta!

Viendo a través de los ojos de la fe,

Joseph Prince

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