Y había allí una mujer que durante dieciocho años
había tenido una enfermedad causada por un espíritu; estaba encorvada, y de
ninguna manera se podía enderezar.
Lucas 13:11
Imagina estar encorvado
durante 18 años. Todo lo que has visto es el polvo del suelo. Esa era la condición de la mujer en Lucas
13. El polvo era todo lo que llenaba sus ojos, todo
el tiempo, a donde quiera que fuera, así que se convirtió en una persona
consciente del polvo. Gracias a Dios, ella finalmente vio los
hermosos pies de Jesús, quien le dio las buenas nuevas y la levantó.
Ahora, el polvo es el
alimento del diablo. La Biblia nos dice
que Dios maldijo al diablo a comer polvo
todos los días de su vida. (Génesis 3:14)
El polvo representa la muerte.
(Génesis 3:19) El diablo quiere que tú
seas como él —que caigas sobre tu
vientre, te arrastres y comas polvo. Comer polvo es alimentarse de tus
limitaciones y carencias, hasta que sientas constantemente que hay mucho en tu
vida que necesitas limpiar. Puede ser
que físicamente tú no estés encorvado, pero como la mujer, te volviste consciente del polvo y tu vida diaria
es una lucha.
Tener la consciencia del
polvo, también afecta la manera en que ves a los demás. Ves las faltas
de los demás, todo el tiempo. Señalas sus limitaciones y hurgas sus faltas pasadas. Cuando eres consciente del polvo, encuentras
que te robaron la paz y el gozo en tus
relaciones.
Y si tú, al igual que la
mujer, permaneces mirando al polvo, en poco tiempo, esa posición interna de
consciente al polvo, se arraiga tanto en ti, que te conviertes en alimento para el diablo, porque polvo es de lo que
él se alimenta. La Palabra de Dios lo
describe a él como un león rugiente, buscando
a quién devorar. (1 Pedro 5:8)
Si tú no quieres ser
devorado por él, ¡entonces levanta tus
ojos por sobre el polvo! En vez de
estar viendo tus faltas, mira a Cristo,
quien te ha liberado de toda derrota. Mírate a ti mismo de la manera en que Dios
te mira —justo y santo en Cristo. (Colosenses 3:12; 2 Corintios 5:21) Tú no
eres polvo porque tú no estás en la
carne, ni eres de la carne —tú estás en el Espíritu y eres del Espíritu. (Romanos 8:9)
Mi amigo, mientras más comprendas quién eres en
Cristo, más vas a enderezarte para caminar como Dios te ve —¡Una nueva creación,
con Su autoridad, poder y rompimiento Espiritual!
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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