Pero el Consolador, el Espíritu
Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y
os recordará todo lo que os he dicho.
Juan 14:26
Si te estás
preguntando, ¿a quién o a dónde puedes ir para recibir la ayuda que
necesitas? No preguntes más. Solo voltéate hacia Dios quien te ha prometido
al Ayudador, el Espíritu Santo, a quien Él ha enviado en el nombre de Jesús para que habite en ti.
El Espíritu Santo te enseñará todas las cosas. ¡Si,
te enseñará todas las cosas!
¿Realmente lo crees? ¿O eres como
los que creen que solo hay que buscar el consejo de Dios para las cosas
espirituales, pero para todas las otras cosas de la vida hay que buscar consejo
“profesional”?
Dios no quiere
que tú corras a la sabiduría del mundo y confíes en ella. Ahora, no hay nada de malo en ir al doctor o
contratar a un asesor financiero, pero Dios quiere que tú primero vengas a Él por consejo y dirección. Es por eso que Él ha enviado al Espíritu Santo, el Consolador (Juan 16:7), para
que te enseñe todas las cosas. El Espíritu Santo es el Espíritu de verdad
y Él va a guiarte a toda verdad. (Juan 16:13)
El
apóstol Juan dijo: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas…
Pero la unción que vosotros recibisteis de Él permanece en vosotros, y no
tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña
todas las cosas…” (1 Juan 2:20, 27).
Así que, la manera
en que Dios te enseña es por medio de la
unción dentro de ti. Es una unción continua. En cualquier situación particular, Él está ungiéndote desde tu interior,
enseñándote a través de la presencia o la ausencia de Su paz.
Por ejemplo, el
negocio que estás considerando puede parecer muy razonable. Pero si tú no tienes paz en tu espíritu, no
firmes el contrato. Firma solo cuando
tengas paz. Se dirigido por Su paz y vas a hallar que tu corazón no va a estar
perturbado, ni tendrá miedo. (Juan 14:27)
¡Cuando sigues
esa paz que solo Dios puede darte como un testimonio
interior, las cosas buenas y los milagros llegan!
Viendo a
través de los ojos de la fe,
Joseph
Prince
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