Medita En
Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su
fortaleza… Será como arbusto en el yermo y no verá el bien cuando venga… (Jeremías
17:5–6)
Una de las cosas más tristes acerca de un hombre que confía en
sus fortalezas y sus propios esfuerzos —“quien...
hace de la carne su fortaleza”— es que no puede ver el bien cuando éste le
llega.
Como pastor, he visto a través de los años, a personas que no ponen
su confianza en el Señor cuando se trata de sus matrimonios, finanzas y otras
áreas de debilidad. Están decididos a
confiar en sus propios esfuerzos y tienden a ser bastante arrogantes y fastidiosos
con las personas que los rodean. Muchas
veces, cuando observas a personas así, te das cuenta de que no pueden ver las
cosas buenas que están justo debajo de sus narices. No aprecian a sus cónyuges, descuidan a sus
hijos e incluso cuando otras bendiciones se les presentan, ¡las pierden!
¿Por qué es que no pueden ver el bien cuando éste les llega? Es porque las personas que confían en sus
propios esfuerzos no tienen la capacidad
de ver y recibir bendiciones del Señor. Ellos solo creen en el “bien” que puede venir
de sus propios esfuerzos. Es por eso que
están orgullosos. Probablemente te darás
cuenta de que esas personas no dicen “gracias” muy a menudo a las personas que
los rodean. Sienten que tienen derecho y
merecen todo lo que reciben. Rara vez
son agradecidos o apreciativos, y es por eso que dan por sentado a sus cónyuges
en lugar de verlos como una bendición del Señor.
En contraste, las personas que están viviendo bajo la gracia y que confían
en el favor inmerecido del Señor, están constantemente agradecidas, alabando a Dios y dando gracias a Jesús.
Ellos son agradecidos y apreciativos con
las personas que los rodean.
Cuando yo aún era
soltero, tenía la idea del tipo de esposa que quería y presenté mi petición al
Señor. ¿Pero sabes qué? ¡Él respondió mi oración en sobremanera y me
dio a Wendy! Yo estoy verdaderamente
agradecido al Señor por Wendy y sé que eso es el favor inmerecido de Jesús. Cuando veo a mi hija Jessica, sé que no
merezco a una hija tan hermosa y, sin embargo, el Señor me dio esta preciosa
niña a mí. Verás, amigo mío, yo no hice
nada para merecerlo, pero el Señor me bendijo con una familia increíble. Cuando tú vives bajo la gracia, puedes realmente
disfrutar de las bendiciones que te rodean porque sabes que son
inmerecidas. Mira a la familia, amigos y
otras bendiciones que Dios te ha dado hoy. Mira cómo Él te ha bendecido con ellos porque Él te ama. ¡Y cuando los veas como bendiciones, van a enriquecer
tu vida! (Proverbios 10:22)
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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