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miércoles, 3 de abril de 2019

Cuando Dios Puede Usarte


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Dios los ha unido a ustedes con Cristo Jesús. Dios hizo que Él fuera la sabiduría misma para nuestro beneficio. Cristo nos hizo justos ante Dios; nos hizo puros y santos y nos liberó del pecado. Por lo tanto, como dicen las Escrituras: «Si alguien quiere jactarse, que se jacte solamente del Señor».  (1 Corintios 1:30–31, NTV)
Es Jesús, Su sabiduría en tu vida, Su justificación y Su perfecta obra redentora en la cruz los que te dan el éxito.  Así que, cuando presumes de tu éxito, puedes hacerlo solamente de Jesús.  Sin Jesús, tú no tienes nada de qué presumir.  Pero con Jesús en tu vida, tú puedes presumir de Él y solamente de Él por cada éxito y bendición que recibes a través de Su favor inmerecido.  Si tú eres fuerte, poderoso y sabio en ti mismo, entonces el favor inmerecido de Dios no puede fluir.  Pero cuando te das cuenta de tus debilidades y tu insensatez, y dependes de Jesús, ahí es cuando Su favor inmerecido puede fluir libremente en tu vida.
Vemos esto en la historia de Moisés.  En sus primeros 40 años como príncipe egipcio que era visto hacia arriba y admirado, él pensó que lo sabía todo.  La Biblia dice que en estos primeros 40 años, Moisés fue “un hombre poderoso en palabras y en hechos.”  (Hechos 7:22), pero Dios no pudo usarlo.  Sin embargo, en los siguientes 40 años, algo le sucedió a Moisés.  Él había huido de Egipto después de matar a un egipcio que golpeaba a un hebreo y fue a habitar en el desierto de Madián.  Allí se convirtió en pastor y ya no se le consideraba poderoso en palabras, ni en hechos.  A decir verdad, él incluso se había convertido en tartamudo (ver Éxodo 4:10).  Y en este punto de su vida, cuando él probablemente pensaba que era un ser insignificante en comparación con lo que había sido, y que sus días de gloria estaban detrás de él, Dios se le apareció y le dijo: “Te enviaré a Faraón, para que saques a Mi pueblo… de Egipto”.  (Éxodo 3:10)
Cuarenta años antes, en el apogeo de su fuerza, Moisés ni siquiera pudo enterrar adecuadamente a un egipcio al que había matado —él fue descubierto y forzado a huir. (Éxodo 2:11–15)  Pero ahora, despojado de su dependencia a su fuerza humana y consciente de sus debilidades, él entró a su llamado, dependiente únicamente del favor inmerecido de Dios.  Y esta vez, cuando Moisés agitó Su vara sobre el mar, el mar cubrió perfectamente a decenas de millares de egipcios. (Éxodo 14:26-28)
La Biblia nos dice que “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia [favor inmerecido] a los humildes”. (1 Pedro 5:5)  Amado, Dios no impondrá Su favor inmerecido en nosotros.  Cuando queramos depender de nosotros mismos y de nuestra sabiduría, Él nos permitirá hacerlo.  Su favor inmerecido es dado a aquellos que humildemente reconocen que no pueden tener éxito en sus propias fuerzas y habilidades.  ¡Cuando nosotros soltamos y dependemos de Su favor inmerecido, Él asume el control y hace por nosotros lo que no podemos hacer por nosotros mismos!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince

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