Medita En
Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que
fuéramos hechos justicia de Dios en Él.
(2 Corintios 5:21)
Un día, el Señor me
mostró una visión de lo que sucedió en
la cruz. Yo vi cómo todos los pecados de toda la raza humana (mentiras, engaño,
envidia, amargura, adulterio, adicción, esclavitud, asesinato) y todas las consecuencias de pecado
(temor, enfermedades, culpa, dolor y condenación) giraban alrededor de Jesús
como espíritus malignos y demonios, riéndose abiertamente, burlándose y
atormentándolo. Jesús se convirtió en un
imán para todo el pecado y por Su
propia voluntad aceptó todo ese
pecado en Su propio cuerpo.
Tú y yo nunca seremos
capaces de imaginar ese insoportable dolor que atravesó Su cuerpo en la cruz. Todos
los cánceres malignos, todos los
tumores, todas las enfermedades y todos los dolores cayeron sobre Él al mismo tiempo. Él, que no conoció pecado, tomó sobre Sí mismo
el inmenso peso de todos los pecados oscuros e impíos, de todos los hombres. Él lo tomó todo.
La Palabra dice que “Él Mismo tomó nuestras flaquezas y llevó
nuestras enfermedades”. (Mateo 8:17) “Él Mismo”
—un pronombre singular y reflexivo que significa la exclusión de ti y de mí. Ya que Él Mismo recibió completamente el castigo, el juicio y la condenación por todos los pecados, tú y yo estamos excluidos de todo castigo, juicio y
condenación por todos los pecados,
cuando lo recibimos a Él como nuestro Salvador.
Pero la historia no
terminó ahí. Jesús no murió en la cruz
mientras recibía sobre Sí Mismo todos los pecados de la humanidad. Él los tomó todos y los aceptó todos
en Su cuerpo. Entonces, el fuego del
juicio de Dios fue desatado sobre Su propio Hijo precioso, y solamente cuando todos los pecados habían sido
castigados, Jesús gritó: “¡CONSUMADO ES!”, momentos antes de
respirar Su último aliento. (Ver Juan 19:30) Nota esto, Jesús se mantuvo en la cruz hasta
que cada pecado que tú hayas cometido y vayas a cometer en cualquier momento, fuera
castigado en Su propio cuerpo. Es por
eso que a lo que Jesús ha logrado en la cruz le llamamos, una “obra terminada”.
Hoy, tu parte es creer con tu corazón y confesar con tu boca que Jesucristo es
el Señor de tu vida y que ha pagado por todos
tus pecados en la cruz. Si tú crees que todos tus pecados han sido perdonados,
el pecado ya no tiene poder sobre ti. Tú
ya no tienes que andar más con “una montaña de pecado” sobre tus hombros,
porque esa “montaña de pecado” estuvo colocada directamente sobre los hombros
de otra persona —Jesús. Él Mismo ya pagó el precio por tus pecados, ¡así
que deja de condenarte!
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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