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lunes, 29 de julio de 2019

“¡Abba, Padre!”


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Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un Espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu Mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.  (Romanos 8:15–16)
Me encanta cuando estoy en Israel, escuchar a los niños pequeños corriendo en los patios de recreo, gritando: “¡Abba! ¡Abba!” y saltar a los abrazos de sus papás.  Para los judíos, Abba es la manera más íntima en la que puedes dirigirte a tu padre.  Es una hermosa imagen de la verdad de que a través de Jesús, tú recibiste el Espíritu de adopción por el cual clamas: “¡Abba, Padre!”  ¿Notaste que el Espíritu Santo se negó a traducir la palabra aramea original ”Abba” a otro idioma?
En los brazos de Abba, un hijo está más seguro, protegido y amado.  Ningún enemigo puede sacar a un niño de los brazos fuertes de su Abba.  Esa es la imagen que Dios quiere que nosotros tengamos cuando oramos a Él y lo llamamos “Abba”.  Por supuesto, tú puedes llamarlo “Papito” o “Papá”, o cualquier término que te ayude a ver a Dios como un Padre cálido, amoroso y protector.
A menos que puedas verlo como tu Padre Abba, vas a continuar teniendo un “espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor” (Rom. 8:15), refiriéndose esto al temor de Dios del Antiguo Testamento.  Es el temor servil al juicio y al castigo lo que te lleva a la esclavitud y te hace temer a Dios.  Pero Dios no quiere que le tengas miedo.  ¡Él quiere que tú tengas un Espíritu de adopción!  Demasiados creyentes están viviendo con un espíritu de orfandad, y sin padre.  Si tú estás atrapado hoy con todo tipo de temores, culpa y preocupaciones, ¡lo que necesitas es una buena dosis celestial del amor del Padre!
Algo maravilloso sucede en tu espíritu cuando tú ves a Dios como tu Padre.  Si mi hija, Jessica, tiene una pesadilla, todo lo que ella tiene que hacer es gritar “¡Papi!”  ¡Y su Papi está allí de inmediato!  Jessica no tiene que decir: “¡Oh Padre que vives y habitas en la habitación de al lado, te ruego que vengas a mí en este momento de peligro, para que puedas rescatarme de esta pesadilla!”  Todo lo que ella tiene que hacer es gritar: “¡Papi!” y yo estoy allí.
De manera similar, en tus momentos de debilidad tú no tienes que acercarte a Dios con oraciones perfectas.  Simplemente clama: “¡Papi!”  ¡Y tu Padre celestial correrá hacia ti!  Tú no te estás presentando ante un juez.  Estás viniendo ante tu Padre, tu Papá Dios, que te abraza y te ama tal como eres.
Toma tiempo para  venir a tu Abba Padre hoy.  Cree que Él te ama incondicionalmente hoy.  Míralo dándote la bienvenida con una sonrisa en Su rostro y con los brazos abiertos.  Corre a Su abrazo, disfruta de Su perfecto amor por ti y deja que toda preocupación, temor e inseguridad se derritan.  Cuando tú crees y recibe el amor de tu Padre, ¡eso pondrá en tu corazón paz y fortaleza inquebrantables!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince

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