Medita En
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra
vez al temor, sino que habéis recibido un Espíritu de adopción como hijos, por
el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu Mismo da testimonio a nuestro
espíritu de que somos hijos de Dios. (Romanos 8:15–16)
Me encanta cuando
estoy en Israel, escuchar a los niños pequeños corriendo en los patios de
recreo, gritando: “¡Abba! ¡Abba!” y saltar
a los abrazos de sus papás. Para los
judíos, Abba es la manera más íntima en la que puedes dirigirte a tu padre.
Es una hermosa imagen de la verdad de que
a través de Jesús, tú recibiste el
Espíritu de adopción por el cual clamas: “¡Abba,
Padre!” ¿Notaste que el Espíritu Santo se negó a
traducir la palabra aramea original ”Abba”
a otro idioma?
En los brazos de Abba, un hijo está más
seguro, protegido y amado. Ningún enemigo puede
sacar a un niño de los brazos fuertes de su Abba. Esa es la imagen que Dios quiere que nosotros
tengamos cuando oramos a Él y lo llamamos “Abba”.
Por supuesto, tú puedes llamarlo “Papito”
o “Papá”, o cualquier término que te ayude a ver a Dios como un Padre cálido, amoroso y protector.
A menos que puedas
verlo como tu Padre Abba, vas a continuar teniendo un “espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor” (Rom. 8:15),
refiriéndose esto al temor de Dios del Antiguo Testamento. Es el temor servil al juicio y al castigo lo
que te lleva a la esclavitud y te hace temer a Dios. Pero Dios no quiere que le tengas miedo. ¡Él quiere
que tú tengas un Espíritu de adopción! Demasiados creyentes están viviendo con un
espíritu de orfandad, y sin padre. Si tú
estás atrapado hoy con todo tipo de temores, culpa y preocupaciones, ¡lo que
necesitas es una buena dosis celestial del amor del Padre!
Algo maravilloso sucede en tu espíritu cuando tú
ves a Dios como tu Padre. Si mi hija, Jessica,
tiene una pesadilla, todo lo que ella tiene que hacer es gritar “¡Papi!” ¡Y su Papi está allí de inmediato! Jessica no tiene que decir: “¡Oh Padre que
vives y habitas en la habitación de al lado, te ruego que vengas a mí en este
momento de peligro, para que puedas rescatarme de esta pesadilla!” Todo lo que ella tiene que hacer es gritar: “¡Papi!”
y yo estoy allí.
De manera similar, en
tus momentos de debilidad tú no tienes que acercarte a Dios con oraciones
perfectas. Simplemente clama: “¡Papi!” ¡Y tu
Padre celestial correrá hacia ti! Tú
no te estás presentando ante un juez. Estás
viniendo ante tu Padre, tu Papá Dios,
que te abraza y te ama tal como eres.
Toma tiempo para venir a tu Abba Padre hoy. Cree que Él te ama incondicionalmente hoy. Míralo dándote la bienvenida con una sonrisa
en Su rostro y con los brazos abiertos. Corre a Su abrazo, disfruta de Su perfecto amor
por ti y deja que toda preocupación, temor e inseguridad se derritan. Cuando tú crees y recibe el amor de tu Padre,
¡eso pondrá en tu corazón paz y fortaleza inquebrantables!
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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