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viernes, 3 de agosto de 2018

Azotado Por Tu Plenitud


… y por Sus heridas hemos sido sanados.
Isaías 53:5
Bajo la ley romana en los tiempos bíblicos, un delincuente podía o ser azotado y luego puesto en libertad cuando se trataba de un delito menor, o ser crucificado inmediatamente cuando era culpable de un delito mayor.  Pero Jesús pagó ambos castigos, fue azotado y crucificado.  Poncio Pilato tenía la esperanza de que después de la flagelación de Jesús y la presentación de Su cuerpo ensangrentado al pueblo, ellos estarían satisfechos y le permitirían irse.  Pero el pueblo no lo estaba y demandaron también Su crucifixión.
No pienses ni por un momento, que el pueblo tenía el poder de infligir tal sufrimiento a Jesús.  Todo era parte del plan de Dios, y la flagelación era necesaria porque solo por Sus heridas nosotros somos sanados.
El látigo romano utilizado para flagelación estaba hecho de tiras de cuero con incrustaciones de vidrio, hueso y ganchos de metal.  Con solo un golpe, este instrumento habría podido enrollase al cuerpo de Jesús, haciendo que el vidrio, el hueso y los ganchos, cortaran profundamente Su carne.  Y cuando el látigo se jalaba de vuelta, los ganchos habrían rasgado Su carne, exponiendo Sus músculos y huesos.  De hecho, el salmista dice: “Me horadaron las manos y los pies.  Puedo contar todos mis huesos.  Ellos me miran, me observan.” (Salmos 22:16-17)  Y “Sobre Mis espaldas araron los aradores; alargaron sus surcos.  (Salmos 129:3)
Aunque 39 era el número máximo de veces que uno podía ser azotado según la ley judía, yo creo que Jesús fue azotado más veces que eso, debido a que los romanos, que no eran propensos a considerar la ley judía, llevaron a cabo la flagelación.
Cualquiera que fuera el caso, Su espalda se habría reducido una masa de sangre y carne mutilada.  Ese día, la sangre de Jesús fluyó libremente de Su cuerpo, para tu liberación de toda clase de enfermedad y aflicción física.  Dios permitió que cada una de esas heridas cayera sobre el cuerpo de Su Hijo, para que tu cuerpo no necesitara ser azotado por las enfermedades.
Mi amigo, si tú estás enfermo o sufriendo de alguna mala condición física, debes saber que Jesús recibió la flagelación como pago total para que tú seas libre de esa condición.  Él llevó esas heridas, de manera que hoy, no hay ninguna enfermedad, ni dolencia que se haya sido dejada para molestarte.  ¡Por Sus heridas tú has sido sanado!
Viendo a través de los ojos de la fe,
Joseph Prince

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