Medita En
“Venid a Mí, todos los que estáis cansados y cargados, y Yo os haré
descansar. Tomad Mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, que Soy manso y
humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”. (Mateo 11:28–29)
El Señor no quiere que
simplemente reclames Sus promesas de
protección que se encuentran en el Salmo 91. Él
quiere que tú te acerques a Él. Correr
hacia Él y refugiarse bajo Sus plumas habla de cercanía. No se trata de
cuántas veces has recitado el Salmo 91; se trata de tener una relación íntima con Él. Cuando era niño, si escuchaba truenos en la
noche y tenía miedo, yo corría a la habitación de mis padres, saltaba a su cama
y me escondía en los brazos de mi madre. Después de un tiempo, yo caía en un sueño
profundo, incluso aunque la tormenta siguiera asolando. Lo ves, no necesitas aprender los siete pasos para
superar tus temores. Tener la presencia
de un padre amoroso contigo es
suficiente para echar fuera el temor. Nuestro Señor Jesús, que te ama, quiere que
te acerques a Él y te refugies en Su amor. ¿Harás eso hoy?
Escuché la historia de
un granjero cuya casa se quemó. Mientras
caminaba alrededor de los restos humeantes, él vio los cadáveres quemados de
sus gallinas. Resultó que sin querer estaba
moviendo el cuerpo ennegrecido de una de las gallinas con su pie, y para su
sorpresa, unos pequeños pollitos salieron corriendo de debajo del cuerpo. ¿Qué pasó?
Ellos se habían refugiado bajo
las alas de su madre, quien había
dado su vida para salvar a sus pequeños.
Esta es una imagen de
lo que nuestro Señor Jesús hizo cuando Él
tomó sobre Su propio cuerpo el castigo completo por nuestros pecados. El fuego del juicio de Dios cayó, no sobre los
escribas y fariseos que habían rechazado al Mesías, y tampoco sobre los
soldados romanos que lo clavaron en la cruz, sino sobre Su propio Hijo amado —para la nación de Israel, para las naciones
gentiles, para ti, para mí, para que todo el que cree en Él sea salvo.
Pero aquí hay algo que
quiero que veas: cuando Jesús se ofreció
en la cruz, Él absorbió el juicio de Dios en Su propio cuerpo, y como sacrificio,
Él era más grande que el fuego del juicio. La Ofrenda fue mayor que el juicio porque la Ofrenda no se consumió. En esa cruz, nuestro Señor declaró: “¡Consumado
es!” antes de entregar Su Espíritu. (Juan 19:30) La Ofrenda permaneció aún después de que todo
el juicio de Dios se acabó. ¡Aleluya! ¡Es por
eso que hoy nosotros podemos acercarnos con confianza a Su trono de la gracia!
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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