Medita En
Enderezándose Jesús, le dijo: “Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno
te ha condenado?” Y ella respondió: “Ninguno, Señor.” Entonces Jesús le dijo: “Yo
tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más.” (Juan 8:10–11)
Ella nunca esperó ser atrapada en el acto de
adulterio, mucho menos ser arrastrada hacia el Maestro y arrojada a Sus pies. Los que lo hicieron, con aire de suficiencia
esperaban que Jesús la condenara. Ninguno
de ellos estaba preparado para escucharlo a Él decir: “¡Que aquellos que nunca han pecado arrojen las primeras piedras!” Sus conciencias recibieron punzadas y uno por
uno, se fueron. A solas con Jesús, ella
lo escuchó decirle: “¿Dónde están tus
acusadores? ¿Nadie te ha
condenado?”
Jesús sabía cuán importante era para esta
mujer darse cuenta y decir: “Ninguno me
condena, Señor.” Ya que
el único que podía condenarla no lo hizo, porque Él iba a la cruz para ser
castigado y condenado en su lugar.
Algo sucede cuando tú
sabes que Dios no te condena hoy debido
a la cruz. La mujer recibió el poder de “ir y no pecar más (que
era su problema)”. De la misma manera, ¡tú vas a recibir el poder para vencer el
pecado e incluso levantarte de tu lecho de enfermedad y no estar enfermo nunca
más!
Viendo a través de los
ojos de la fe,
Joseph Prince
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